La experiencia contra el cambio
Hillary Clinton explota su paso por la Casa Blanca ante la juventud de Barack Obama
Iowa ha sido, probablemente, el único lugar del mundo en el que el asesinato de la ex primera ministra de Pakistán Benazir Bhutto no ha desatado una ola de angustia por el peligro que representa para la paz mundial. A cuatro días de los caucuses para elegir candidato presidencial, la magnitud de ese terrible acontecimiento se mide, como todo lo demás, en términos de su influencia en esta campaña electoral, la más apretada que se recuerda en Estados Unidos. Lo que más importa del asesinato de Bhutto en Iowa es saber a quién beneficia y a quién perjudica para ser presidente.
Aunque todos fueron muy cuidadosos para no ser acusados de utilizar políticamente una tragedia de esas dimensiones, no ha sido difícil comprobar que Hillary Clinton, cuyas principales credenciales son las de la experiencia, la solvencia intelectual y la prudencia, ha creído ver en los acontecimientos de Pakistán la prueba de que su propio perfil es el que mejor se ajusta al del líder que los norteamericanos necesitan en estos momentos.
En Iowa, Pakistán cuenta para saber a quién beneficia para ser presidente
Un 40% prefiere a Hillary Clinton como comandante en jefe ante Obama (29%)
Una victoria en Iowa convierte a un candidato en el personaje de moda
Obama: "Confío en que la gente vote según sus sueños, no según sus miedos"
Barack Obama, que, por el contrario, corre sobre una plataforma de cambio y relevo generacional, tuvo que modificar el jueves lo que se esperaba como su gran discurso de cierre de campaña, basado en su bucólico panorama regeneracionista, y adaptarlo deprisa y corriendo a las concretas y preocupantes noticias que llegaban de Rawalpindi.
No es este un terreno cómodo para Obama, a quien los electores ven con más reservas por su juventud e inexperiencia que por el color de su piel. En una encuesta reciente de The Wall Street Journal y la cadena NBC, un 40% del electorado consideraba que Hillary Clinton se acoplaba mejor que ningún otro candidato al papel de comandante en jefe que lleva consigo la presidencia. Sólo un 29% prefería a Obama con esa responsabilidad.
El senador de Illinois ha tratado de salir de esta imprevista circunstancia internacional vinculando los sucesos de Pakistán a la guerra de Irak y al voto a favor que en su día emitió la también senadora Hillary Clinton. "No se puede estar en sintonía con el pensamiento tradicional en asuntos tan profundos como una guerra y al mismo tiempo ofrecerse como el líder que está preparado para conducir al país por un nuevo y mejor camino", repite Obama en sus mítines.
Más claro, el principal estratega de la campaña de Obama, David Axelrod, manifestó a los periodistas tras el asesinato de Bhuttho que "Obama se opuso a la guerra de Irak porque temía que pudiera desviar la atención sobre Al Qaeda, Pakistán y el conjunto de la región". "Obama considera", explicó Axelrod, "que ahora se necesita un presidente que sepa analizar estos acontecimientos, que comprenda el mundo y que sepa llevarnos por el camino adecuado, en contra de las ideas tradicionales".
Obama estaba todavía este fin de semana ligeramente por delante de Clinton en las encuestas en Iowa, pero es consciente de que esa ventaja de apenas dos puntos no es suficiente para garantizar su victoria el jueves, día 3 de enero. Menos aún si se considera la fama del electorado demócrata de Iowa de decantarse, en el último momento, por el candidato más sólido, el más seguro, el que más posibilidades tenga de obtener la victoria final en las elecciones presidenciales del 7 de noviembre.
Iowa es el primer paso hacia esa fecha. Un paso decisivo, no tanto por lo que ese Estado representa en sí mismo en cuanto a número de electores, sino por el efecto de contagio que suele producir en el resto del país. Una victoria en Iowa convierte automáticamente a un candidato en el personaje de moda, le da primeras páginas en los periódicos y le otorga dimensión nacional. Ganar en Iowa es como pasar un test de credibilidad, como ganar unas oposiciones o un concurso de televisión.
Para Hillary Clinton, que todavía tiene una ventaja en torno a los 20 puntos en el conjunto nacional, una victoria en Iowa resulta fundamental para conservar su papel de favorita. Precisamente por eso, los responsables de su campaña apenas pudieron disimular la ventajosa posición en la que el asesinato de Bhutto había puesto a su candidata.
"He conocido a Benazir Bhutto por más de 12 años, he tenido el honor de encontrarme con ella como primera dama cuando era primera ministra", dijo Clinton inmediatamente después del crimen para disipar dudas sobre quién lleva más tiempo en esto de la política y de las relaciones internacionales. "La verdad es que, a nivel personal, para aquellos que la conocimos", insistió, "para los que pudimos observar su gran compromiso, su dedicación, su deseo de seguir la estela de su padre, que también fue asesinado, esto es una terrible, terrible tragedia".
Clinton relacionó sutilmente esa tragedia con la oportunidad que la democracia norteamericana ofrece a los ciudadanos de elegir a sus mejores representantes e invitó a los electores a acudir a votar teniendo presente que "estos terribles sucesos nos recuerdan lo importante que es que la población de Iowa sea parte de este proceso". Terminó esa intervención con el mismo lema que utiliza desde hace días en todos los mítines de su campaña: "Vamos a elegir un presidente". No a un muchacho aventurero que ni siquiera conoció a Bhutto, le faltó por decir.
Este gran acontecimiento internacional ha potenciado lo que ha sido desde el principio una de las bases de la campaña de Hillary Clinton. "Nadie aporta la combinación de experiencia, visión y estrategia que yo he demostrado durante mucho tiempo", dijo la semana pasada en una entrevista al diario The Boston Globe.
La mayor parte de esa experiencia la debe Clinton al hecho de estar casada con el ex presidente Bill Clinton, cuyo paso por esta campaña está resultando irregular; intenso y beneficioso a veces, perjudicial en otras. A Bill Clinton le pierde en ocasiones su mala memoria, como cuando mencionó que él había estado desde el principio en contra de la guerra de Irak, y frecuentemente obliga a los periodistas a recordarle su pasado. En los últimos días de la campaña, Hillary ha preferido la compañía en los actos electorales de su madre y su hija, lo que robustece, al mismo tiempo, el ángulo femenino de su plataforma.
En la entrevista al Globe, Clinton se refirió prudentemente a su experiencia acumulada durante sus años en la Casa Blanca y negó que la Administración de Clinton hubiese sido, en realidad, una copresidencia. "No, yo sólo era un miembro del equipo", declaró. El diario The New York Times publicaba esta semana que, aunque, en efecto, Hillary Clinton influyó en su marido en algunos asuntos delicados como el affaire Monica Lewinsky, lo cierto es que nunca se sentó en una reunión sobre seguridad nacional ni participó en las grandes decisiones sobre política exterior, con lo que su experiencia acumulada en esos años es relativa. Por lo demás, nunca ha ocupado un cargo de elección popular.
En cualquier caso, frente a la exhibición de experiencia por parte de Clinton, Obama concluye su campaña en Iowa apelando a la valentía de los ciudadanos para atreverse con la verdadera revolución que él representa y promete. "Quiero estar seguro de que la gente se concentra en hacer posible este gran cambio", dijo este fin de semana, "en que la gente se concentra en distinguir quién tiene el mejor crédito en el combate contra los intereses creados". "Confío", repite solemnemente, "en que la gente vote atendiendo a sus sueños y a sus esperanzas, no a sus miedos".
La experiencia frente a la ilusión y el cambio, Clinton frente a Obama. La alternativa más clara que el electorado demócrata tiene ahora delante, no es, sin embargo, la única alternativa en Iowa.
John Edwards, el ex senador de Carolina del Norte y compañero de candidatura de John Kerry en 2004, no pudo presumir estos días de haber conocido a Bhutto, pero sí de haber hablado por teléfono con Pervez Musharraf, el presidente de Pakistán, con quien, por lo visto, se había entrevistado ya hace años en Islamabad para hablar de la enseñanza que se imparte en las madrazas y otros asuntos que pueden afectar a la seguridad de Estados Unidos. "Le he alentado", declaró Edwards, "a continuar por el camino de la democratización y le he pedido que permita que investigadores internacionales se ocupen de determinar qué ha ocurrido, de forma transparente, lo cual también beneficiaría al desarrollo de las elecciones del 8 de enero".
Edwards está pegado a Obama y Clinton en las encuestas en Iowa. Le separan entre dos y cuatro puntos. Su desventaja respecto a ellos es que no ha conseguido adueñarse de ningún espacio político en particular. Ni representa una novedad, como Obama, ni es un valor seguro acreditado, como Clinton. Puede ser, no obstante, una buena opción para aquellos que buscan un candidato que combina algo de las dos estrellas y que no tiene ninguno de los inconvenientes de ambos: es hombre, es blanco, es progresista y ecologista, sureño y familiar. Edwards tiene planta presidencial, es buen orador y, aunque no cuenta en las encuestas nacionales, puede aparecer en la escena si consiguiese una victoria en Iowa.
Todo el mundo está pendiente de ese Estado. Es parte de la liturgia de la democracia americana, agudizado ahora por la incertidumbre del resultado. Hace cuatro años, apenas unos 150.000 demócratas acudieron a sus caucuses, un arcaico sistema electoral que consiste en reuniones ciudadanas en las que se discute el voto y se da la oportunidad de votar por segunda vez a los seguidores de los candidatos que no rebasen una cierta barrera de sufragios. Esta vez, todos los aspirantes han hecho un esfuerzo máximo, tanto en recursos personales como económicos, para movilizar a un electorado muy exigente que estudia hasta el más mínimo detalle del aspirante.
El último esfuerzo de Hillary Clinton será en la noche de la víspera electoral, el 2 de enero, con un mensaje televisado por el que ha pagado 20.000 dólares (13.600 euros) y que llegará a medio millón de telespectadores. Clinton ha gastado en total 6,5 millones de dólares en publicidad en Iowa. Menos que Obama, que ha invertido más de ocho millones. Edwards no llega a tres millones.
Ya no tendrán que gastar más. Ya está el trabajo hecho. Los hoteles de Des Moines que durante meses han sido el centro neurálgico de la política nacional comienzan a llenarse de maletas que esperan en el lobby su nuevo destino: New Hampshire, el 8 de enero.
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