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Medios públicos, ¿para qué?

Según la tradición socialdemócrata -y no digamos la liberal- la Administración pública interviene en campos abiertos también a la iniciativa privada cuando debe garantizarse un servicio público universal o cuando hay un bien general a proteger. En nuestra sociedad, la televisión y la radio -curiosamente, no la prensa escrita- son campos absolutamente abiertos a la iniciativa privada, pero en los que las administraciones también consideran necesario actuar. No niego que tengan el derecho a hacerlo. Pero me parece inevitable preguntarnos para qué, qué servicio público universal quieren garantizar o qué bien general quieren proteger. Y me parece que la respuesta a esta pregunta tiene mucho que ver con el debate actual sobre los medios públicos en Cataluña. Si una Administración dedica cantidades notables de dinero a mantener unos medios de comunicación, cuando existe un amplio espectro de oferta privada, debe tener claro por qué y para qué.

TV-3 existe para que haya televisión en catalán. Se creó, desde el nacionalismo, para esto

A estas alturas, parece obvio que los medios públicos no son necesarios para que exista servicio televisivo. Tendríamos oferta televisiva -y muchas- sin canales públicos. Por tanto, no se trata de garantizar que haya televisión accesible para todos y que haya más oferta televisiva. Esto ya está garantizado por la iniciativa privada. De lo que se trata es de garantizar, dentro de esta oferta, algo específico. ¿La calidad? Es difícil medirla: no creo que entre House, Cuéntame y Ventdelplà haya diferencias de calidad televisiva que justifiquen que unas pasen por cadenas privadas y otras por cadenas públicas. ¿Vocación cultural? ¿No estaremos hablando de Gente, en una televisión pública? ¿Garantizar contenidos informativos? Todas las televisiones los tienen, también las privadas, y en el campo de la prensa diaria no hemos considerado necesario que los periódicos privados sean completados por periódicos públicos.

En este debate, los medios públicos catalanes, y especialmente TV-3, tienen una gran suerte: tienen una especificidad clara, tienen un objetivo propio que no garantiza la oferta privada. Y este objetivo es la difusión del catalán. Es uno de los pocos casos en los que el esfuerzo de la Administración pública en medios de comunicación se puede justificar de una manera clara. TV-3 existe para que exista televisión en catalán. De calidad, generalista, ambiciosa, y en catalán. Aún más: que TV-3 luche por el liderazgo televisivo en Cataluña, que busque proyectarse en todos los territorios de lengua catalana, que emita programación variada a la búsqueda de públicos distintos y compitiendo con las privadas, tiene justificación en su misión fundacional de ser la televisión del catalán. Que exista televisión pública sólo tiene un sentido pleno cuando hace cosas distintas a las privadas. Pues bien, en el caso de TV-3 -y utilizo simbólicamente el nombre de una cadena para referirme al conjunto de los medios de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales-, hace una cosa tan distinta a las privadas como utilizar el catalán y hacer en esta lengua una televisión generalista completa.

Ciertamente, existen en Cataluña sectores políticos que creen que garantizar una oferta televisiva en catalán no es prioritario. Que consideran que el conocimiento y la difusión del catalán no son un bien público. Que la Administración catalana debe aceptar sin compensarlo ni complementarlo que la práctica totalidad de la oferta televisiva que reciben los ciudadanos de Cataluña sea exclusivamente en castellano. Tienen derecho a pensarlo. Pero si lo piensan, lo que deberían hacer es proponer el cierre de TV-3. Lo que no pueden proponer es que se mantenga TV-3, pero se le ampute el sentido. Si no es para el catalán, ¿para qué querríamos TV-3? ¿Simplemente para tener una película más en la oferta televisiva de esta noche? No nos sale a cuenta. TV-3 sólo tiene sentido en su compromiso total con la lengua. Sin este compromiso, no sería necesaria. Ya sé que hay televisiones autonómicas en autonomías sin lengua propia. O televisiones autonómicas que no tienen este compromiso con la lengua propia. Muchas veces me he preguntado cuál es su sentido, y las respuestas no siempre son favorables.

TV-3 existe para que haya televisión en catalán, por encima de todo. Se creó, desde el nacionalismo, para esto. Esto le da sentido. ¿La convierte en una televisión nacionalista? Lamentablemente, para muchas personas hacer algo en catalán es algo ideológicamente marcado, mientras que hacerlo en castellano es ideológicamente neutro. A los escritores catalanes nos han preguntado muchas veces si escribimos en catalán por militancia política. A los escritores en castellano no se lo preguntan nunca. Hacer algo en catalán es ser de la ceba, ensenyar el llautó. Hacerlo en castellano parece neutral y transparente. Recuerdo que un comunicador me explicó una anécdota curiosa. Cuenta que un vecino suyo fue a comprar El Periódico al quiosco. Y el quiosquero le preguntó: "¿Lo quiere normal o en catalán?". Para TV-3, se puede ser normal haciendo las cosas en catalán. Para otros, esto es enseñar la costra.

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Vicenç Villatoro es escritor.

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