Indiferencia

Me asombra la falta de reacción de políticos, periodistas y lectores de EL PAÍS ante la noticia del proyecto de construcción del mayor parque de ocio y juego de Europa en el desierto de Los Monegros. Ante una noticia así uno queda petrificado y cree que es una tomadura de pelo, pero no. Busco reacciones sobre el tema, encuentro la de Elisa Moreu Carbonell a la cual adhiero totalmente, sigo buscando en vano, espero unos días y llega -menos mal- un artículo incisivo de Elvira Lindo A jugar (19-12) como sólo ella sabe escribirlos que le saca a uno del abatimiento. Y paremos de contar. Sí, claro, se oyen clamores de asociaciones de defensa del patrimonio y del medio ambiente, pero ninguno de los partidos mayoritarios ha emitido voces disonantes. Por una vez están de acuerdo para levantar esta enorme verruga de cemento en medio de una zona desértica que aspirará agua, energía y liberará desechos y gases equivalentes a los de una ciudad de 100.000 habitantes.

Este monstruoso proyecto es acogido favorablemente por casi todos, entusiasmados por el maná que -dicen- va a revertirse sobre la región. Este proyecto es anacrónico, totalmente fuera de tiempo, de este siglo XXI en el que las preocupaciones de un ciudadano responsable son defender el entorno, afrontar la escasez de agua, ahorrar energía y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Mientras ese proyecto se concibe, se celebran dos cumbres medioambientales: la de París en octubre, la de Bali en diciembre; el premio Nobel de la Paz 2007 Al Gore nos sacude con su documental Una verdad incómoda, y Bill Clinton, en noviembre de visita por España, alaba la política de medio ambiente de Zapatero y declara: "España puede ser un ejemplo, se ha comprometido plenamente con los Objetivos del Desarrollo del Milenio". ¿España como ejemplo, desarrollo sostenible con el proyecto de Los Monegros? ¿Pueden explicarse la aberrante paradoja.