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Columna
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Algo peor

"Creíamos enfrentarnos a un traficante de drogas pero es, además, algo mucho peor: un promotor inmobiliario". La frase, traducida como mejor puedo, se pronuncia en un episodio de la serie The Wire, que TNT ha empezado a emitir en los canales 24 y 25 de Digital+, lo cual considero y agradezco como regalo navideño de altura.

Es una sentencia para grabarla en el mármol. Confieso que, al trasladarla al español, me he sentido como una foca siberiana disidente que pierde la pelota de hacer monerías al ver entrar a Putin en el Circo de Invierno. Porque en The Wire -el episodio en cuestión pertenece a la tercera temporada: hasta entonces disfruten de cada capítulo-, la palabra que uno de los personajes emplea como sustantivo peyorativo es developer y, aunque creo que la he traducido bastante aproximadamente, a buen seguro que no todos los developers de nuestra geografía son malos, y por lo tanto más bien debería haber traicionado el original y escrito "especulador inmobiliario", no se me vayan a ofender los justos. En algún lugar del catastro de la conciencia de-constructora de esta época y de este país debe de figurar cuántos quedan. O no.

Vaya lo que precede para explicar el placer que me produce la noticia de que el propietario de Marina d'Or ha declarado como imputado por presunto tráfico de influencias, acusado de beneficiarse de una actuación irregular del Ayuntamiento de Oropesa, paraje paridor de paraísos levantinos, cuyo peso en oro pesa mucho más desde que los Aznar-Botella, con su corte, se adosaron allí durante unos veraneos inolvidables.

Creíamos enfrentarnos a un hombre que sólo quería que sus anuncios de Marina d'Or los presentara la amorosa Anne Igartiburu. Pero ¿nos encontramos ante alguien mucho más peligroso? No seré yo quien lo afirme o niegue, sino la ley.

Feliz Navidad no especulativa.

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