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Columna
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La santidad

No entiendo nada de fútbol y jamás me atrevería a proponer una alineación o a discutir los problemas de juego de un equipo determinado. Últimamente sólo me interesan los ángeles, esos espíritus puros que trasiegan por la encarnación, y los ángeles no hacen deporte, no lo necesitan. Además el fútbol es, bueno no sé lo que es el fútbol, pero es lo más parecido que hay a un mitin con gente en calzoncillos, y los mítines me gustan poco y la gente en calzoncillos menos. Se da un espíritu similar: el nosotros, la sinécdoque como una hélice a tope, la nada elevada a sujeto trascendental, la identidad como remedio de la cobardía y la patria-ae. ¡Ah!, y el juego, ¡qué maravilla!, dirán. Sí, acaso lo sea, pero quiten todo lo demás y al fútbol le pasará lo que le pasa en Norteamérica, donde apenas funciona, ya que todo lo demás se lo lleva el béisbol. No está mal como sublimado de bajas pasiones, incluso inconfesables, pero en la marabunta de la multitud esas pasiones pierden sus perfiles individuales y se convierten en una ganga colectiva, patria-ae, y las pasiones colectivas no me interesan, no tienen forma y sólo dan para sangre de morcilla.

'Giputxiland' la dominan tres o cuatro núcleos de poder. No es un secreto

Mas hete aquí que en Guipúzcoa el fútbol presenta de pronto perfiles shakespearianos. Y éste es ya otro cantar. Ya les hablé en otra ocasión de que venían los chinos, noticia que había despertado entre nosotros gran expectación. Resulta que el chino se apellida en realidad Badiola, lo que no le quita nada para que pueda ser un chino con todas las de la ley. Y lo es. Me explicaré. Pero no sin hablarles antes de otro señor que ha llenado estos días páginas y páginas de periódico para decirnos que no se presentará a las próximas elecciones para presidente de la Real. Bueno, tampoco yo me voy a presentar y no por eso me van a dedicar tantas páginas, así que algo tendrá ese señor para que el anuncio de su ausencia requiera de su presencia. Les diré que no había oído hablar de Miguel Santos hasta las anteriores elecciones a la presidencia, en las que se enfrentó a los de Denonerreala y le tocó hacer de chino, aunque no se presentó como tal. Parece ser que ahora se había convertido en la gran esperanza blanca frente a la amenaza china, el candidato que todos deseaban, motivo por el que se ha visto obligado a salir al paso de los rumores y a defraudar tantas esperanzas. Y lo ha hecho mostrándonos sus heridas, con dolor de chino, con su punto de venganza y de orgullo, un corazón entre tanto rugido. Y entre la grasota informe de la morcilla colectiva un corazón puede despejar pistas luminosas.

Dice Miguel Santos que no va a presentarse porque no está dispuesto a sufrir otra vez el calvario que padeció antes, no quiere volver a ser una diana. ¿Por qué sufrió tanto antes el señor Santos y por qué iba a sufrir de nuevo, ahora que el chino es otro? ¿Quién o quiénes le hicieron tanta pupa, y de quiénes fue títere Miguel Fuentes, el anterior presidente dimitido? De lo que apenas se insinúa en las declaraciones de Santos es difícil extraer algo más que conjeturas para responder a estas preguntas. Tal vez la clave del misterio se halle en la denominación de la que fue su candidatura rival: Denonerreala, la Real de todos. Si aquella era la de todos, la de Santos sólo podía ser la de un usurpador, o la de un intruso. Muy guipuzcoano todo, o muy vasco.

No es ningún secreto que Giputxiland la dominan tres o cuatro núcleos de poder, el poder político y sus adláteres, si es posible diferenciarlos y no forman todos ellos una morcillota. Nada tengo que objetar a que existan distintos núcleos de poder, cuantos más mejor, como es lo propio de las democracias liberales. Lo que sí es de lamentar es que no se muestren, que se diluyan ocultándose en el denon, en el gure, o en la atomización accionarial, de manera que actúen como poder único en la sombra. Ignoro quién es el señor Badiola y ni siquiera sé si es de fiar, pero estoy convencido de que la morcillota habitual hará lo imposible para apartarlo. A mí me encantaría que su proyecto fuera sólido y que triunfara. Sería toda una novedad en estas latitudes.

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