Sin Arrindell
Parece que fue ayer, pero ya es la segunda Navidad que pasamos sin Clive Arrindell. Le recordarán: es aquel actor británico que repartía la suerte en forma de pompas de jabón o de polvo dorado en los anuncios de la Lotería Nacional. Tarán, tarán, tarán, acompañaba la música para que todo el mundo se enterara de que las Pascuas llegaban a burbujeante ritmo de vals.
Me gustaba Arrindell. Con su sobrio abrigo negro por debajo de la rodilla, su mirada serena y su impresionante calva de monje budista -el actor procedía cada año por estas fechas al esmerado afeitado de su cuero cabelludo-, infundía la confianza de que el gordo te iba a tocar a ti. Entre 1997 y 2005, la exitosa campaña Que la suerte te acompañe contribuyó a un espectacular aumento en las ventas de boletos.
Ah, Arrindell. En Internet vienen noticias dispersas sobre él. Actor de formación clásica, ha intervenido en numerosas series televisivas y en un par de películas, una de ellas Bellas durmientes (2001), del gallego Eloy Lozano. Poco más. Ni siquiera consta el lugar y la fecha de nacimiento, y me parece bien: si no le pedimos el carné de identidad a Papá Noel, ¿por qué deberíamos conocer con pelos y señales el de Arrindell? A mí me gusta que se quede así, como un ángel wendersiano sobre el cielo de Madrid, o de Segovia, un punto mefistofélico, solitario, distante, melancólico. De vuelta de todo, vamos, pero todavía con la energía y las ganas para repartir la felicidad entre los mortales.
Qué duda cabe de que Arrindell se ha convertido en un gran icono romántico de nuestras fiestas, junto con la acaramelada canción "Vuelve a casa, vuelve, por Navidad". En Internet no viene mucho más sobre el actor, pero sí hay varios blogs que exigen su inmediato regreso a la pantalla, a los que, como habrán deducido, me sumo desde aquí.
