17 caras de la inmigración femenina
Una exposición de SOS Racismo rompe estereotipos sobre las 'nuevas vascas'
"He crecido, me siento más segura, fuerte e independiente". "Todo es duro, pero aprendes. Lo peor es separarte de tu familia, pero ayudarles merece la pena". Son testimonios de la exposición de SOS Racismo Mujer inmigrante vecina que da voz a 17 de las 48.000 extranjeras afincadas en Euskadi. Frente al estereotipo de víctimas, dependientes y sumisas, la muestra recoge historias de mujeres emprendedoras que mantienen intacto el optimismo y el afán de superación. Tres de ellas han narrado a EL PAÍS sus vivencias.
Alexandra Amelian (Macin, Rumanía, 1985) llegó sola a España con sólo 17 años para labrarse un futuro diferente al de las labores domésticas y del campo. Giovanna Seclén (Lambayeque, Perú, 1971) decidió cruzar el océano tras romper con un hombre que le maltrataba. Ruth Bucher (Mendoza, Argentina, 1975) vino para poder finalizar sus estudios de obstetricia. Las tres rompen con el prejuicio de que la inmigración se ha feminizado -las mujeres son ya el 49,4%- debido a las reagrupaciones familiares, a que los hombres las traen. "Todas son protagonistas de su propio proyecto migratorio. No vienen acompañando ni dependiendo: han emprendido un proyecto de vida por sí mismas", recalca Zuria Arzua, de SOS Racismo-Bizkaia. De hecho, por la relativa facilidad de encontrar empleo en el servicio doméstico o el cuidado, a menudo son ellas las que emigran solas y después traen a la familia.
"Ellas han emprendido un proyecto de vida por sí mismas"
Pese a tener una formación sólida en medicina, música o empresariales, todas tuvieron que empezar limpiando. Giovanna pasó de tener decenas de empleados a su cargo en un banco a compatibilizar el servicio doméstico con los estudios de administrativa que no le convalidaron. Ahora es teleoperadora. "Es duro tener una carrera y terminar con toca y guantes", lamenta. A Ruth tampoco le convalidaron la carrera: ha tenido que hacer FP para cursar Enfermería y poder especializarse como obstetra. La frustración se convierte en fiel compañera de viaje: "El primer mes todo es euforia. Pero poco a poco surgen dificultades y no tienes un hombro donde apoyarte", explica Alexandra. La mayoría de las entrevistadas sigue estudiando para encontrar un trabajo mejor o montar un negocio.
Se enfrentan a una triple discriminación por ser mujeres, inmigrantes y de otra etnia. "Al buscar trabajo o piso, si saben que soy rumana me dicen 'ya te llamaremos", cuenta Amelian, que ahora trabaja de dependienta y en una oficina de atención a inmigrantes. La argentina considera que "te rechazan más aunque tengas nómina y la misma formación". Seclén ha sufrido incluso dos intentos de violación y acoso sexual. "Piensan que ser latinoamericana es igual a ser puta. En mi boda enseñé el DNI para demostrar que no me casaba por papeles". Alexandra también tuvo que enfrentarse a un empleador que le pidió "algo más que trabajar, a cambio de la regularización".
La exposición se puede visitar hasta el próximo día 19 en Hika Ateneo de Bilbao (Muelle Ibeni, nº1), de 17 a 22 horas.
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