Informe sobre el 'caganer'
La ciudad era ayer el zoco navideño. Fluir por el Portal de l'Àngel se convertía en una travesía agitada por la ropa de marca. En medio de la riada actuaban algunos agentes de la mala conciencia, muy propios de la época, como un grupo que convocaba a una manifestación contra el hambre en el mundo, golpeando un bidón cada tres segundos -periodo en que, decían, muere de hambre un niño en el planeta- o, algo más abajo, pasado el cráter que ha dejado lo que fue el cine París, una performance de animalistas que escenificaba su oposición a la caza, con un vistoso y cornudo ciervo abatido a los pies de un bruto con metralleta y traje de camuflaje.
Desembocar en la plaza Nova era alcanzar el núcleo duro de la fiesta, el punto de no retorno. Mi misión era ahí desactivar al caganer como objeto posible de crónica, quemando yo toda la información disponible.
La primera inspección ocular que realicé no reportó nada destacable. Entre los muchos personajes en cuclillas divisé al Papa, a Dalí, a un árbitro enseñando la tarjeta roja y a Ronaldinho, pero me dije que ninguno de ellos podía ser novedad de temporada.
Terminé de confundirme cuando hallé una caseta con todo el Parlament en peso yendo de vientre. A saber cuál de ellos era novedad. Pero apunté la dirección de Internet que se anunciaba -a saber: www.caganer.com- y ahí sí pude documentarme como merece el lector, con un catálogo en power point que me bajé, que es un primor.
De la política al deporte
Nicolas Sarkozy es, sin lugar a dudas, el personaje estrella de la temporada: un gabacho pequeñito y estirado, inmortalizado en momento tan delicado, ya se ve que tiene mucha salida comercial. Luego ya entramos en temática Barça, con Messi en cabeza, seguido por Henry. En campo perico, el astro incontrastado es Tamudo. De aquí ya pasamos a Jordi Hereu y, ¡ejem!, la reina Sofía. Precios entre 12 y 15 euros.
Ávido por esta depredación y dispuesto a convertir todo el centro de la ciudad en tierra quemada para la crónica, me acerqué a la plaza de Sant Jaume para contemplar el belén. Clasicón. ¿Qué fue de los tiempos en que se encargaba el montaje a diseñadores osados? Pues que quedaron atrás, y no hay que lamentarlo. Hoy parece que la tendencia marca un modelo de belén low profile, que pase lo más desapercibido posible. Como la política, vamos.
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