"Durango es una bebida energética para el escritor"

De niño quería ser astrónomo y su pasión por las ciencias le llevó a explorar el género de la intriga científica en Gloria Mundi (Elkar, 2004). Ahora, Fernando Morillo (Azpeitia, 1974) ha vuelto a otro de los terrenos en los que mejor se desenvuelve: la literatura para jóvenes y niños con Seximenduz e Iratiko sorgin basatia. Lejos de considerarlos una escritura menor, defiende con pasión los libros para adolescentes, en los que en gran parte vierte sus propias vivencias. "Escribir es escuchar una melodía e intentar que sea lo más cercana posible", afirma.

Pregunta. ¿Cómo escritor, qué le atrae de la adolescencia?

Respuesta. Todo libro de ficción es el símbolo de una lucha interior. Un adolescente se encuentra muchas y de golpe. Además, como escritor no me gustan las novelas estáticas; prefiero aquellas que se mueven, en las que pasan cosas. Y el mundo adolescente es perfecto para eso.

"Si paro de viajar me muero, y escribir me ayuda a hacerlo"

"Los conflictos de los adolescentes son perfectos para la literatura"

P. ¿Y cómo atrae el interés del lector adolescente?

R. Es algo intuitivo. Escribes aquello que te gustaría leer. Intento lograr un equilibrio entre el lenguaje gramaticalmente perfecto y el creíble, porque la verosimilitud es fundamental. Luego está el ritmo, describir conflictos de manera que el lector se implique. Primero hay que aprender la técnica, pero a la hora de escribir, olvídalo todo, ¡vuela! Si la vocecita, el daimon que decía Sócrates, me dice que me complique, lo hago; pero si no, no. Escribir es música, es escuchar una melodía e intentar que sea lo más cercana posible.

P. ¿Qué es lo que le hace volar como escritor?

R. A mí, que desde niño tenía muy claro que quería ser científico y observar las estrellas, siempre me han gustado las historias. Como decía Joaquín Sabina, quiero meterme en la piel de todos los hombres. Siempre que veía una persona que me resultaba peculiar, intentaba ser él. Eso me daba opción a vivir mi vida y otras vidas. Es el viaje a Ítaca. Si paro de viajar me muero y escribir me ayuda a viajar. Yo he contado mis vivencias para que el lector diga: yo también sufrí y, luego, me he dado cuenta de que merecía la pena vivirlo pero no sufrir tanto. Es una especie de aspirina sentimental.

P. ¿Quiere acercar la literatura a los adolescentes o acercar la adolescencia a los adultos?

R. Espero que cumpla las dos funciones. Que al adolescente le sirva como analgésico y divertimento; y que el adulto se ría de algo que le pasó. Y es que no dejamos de enamorarnos; es lo mismo con 15 o con 60 años.

P. ¿Qué libros le atraían en esa edad?

R. Buscaba historias que me llenaran pero que estuvieran lo más lejos posible de mí. Yo era de cómic, ciencia ficción y fantasía. Luego descubrí a autores como Herman Hesse, que me mostraron que había otras historia de personajes que sufrían igual que yo, pero en el mundo real. Yo prefería los combates interiores, pero de elfos.

P. ¿Volverá a escribir intriga científica?

R. Estoy preparando varios borradores de thrillers científicos. Me quedé muy satisfecho con Gloria mundi, pero fue mi primer novela de ese estilo. En el mundo de la ciencia, la psicología o la física se avecinan revoluciones internas y quiero contárlas a través de un thriller.

P. ¿Cuál es en su opinión la función de la feria de Durango?

R. Es un foco de cultura. Es una oportunidad para encontrarse con otros editores o escritores, pero sobre todo con el lector. Que te diga de primera mano qué le ha gustado o qué no. Cuando ves en los ojos de alguien que has conseguido llegar a él con tu escritura, es un chute de vida bastante fuerte. Por eso, creo que Durango es, sobre todo, una bebida energética para el escritor.