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Reportaje:

Capitanes de los 7 mares

Los pioneros de las historias de piratas supieron aunar aventura y magia

Los tigres de Malasia

Emilio Salgari

En puridad son dos las series novelescas que se disputan la primacía pirata en la obra del escritor italiano Emilio Salgari (1862-1911): la de Sandokán y la de El Corsario Negro. La primera se desarrolla en el Índico y la segunda en el Caribe. Los héroes están destinados a la piratería en virtud de una traición o una venganza que los saca de una vida noble y los arroja al bandidaje y ambos tienen un enemigo despiadado: Sandokán, el rajá de Sarawak; y Ventimiglia, Wan Guld. La serie de Sandokán es quizá la más fascinante por el escenario -más exótico para el lector europeo-, y por el acierto en la creación de secundarios como Yáñez, su brazo derecho, Giro-Batol, Kammamuri y su tigre o Timur el rastreador. El Corsario, a su vez, extiende la aventura a su hija, que luchará junto al mítico Morgan. Directo y piratería en estado puro con dos sedes: Mompracem y la isla de la Tortuga.

El diamante

J. Meade Falkner

El diamante, en inglés Moonfleet, dio lugar a una obra maestra de Fritz Lang, Los aventureros del Moonfleet. Un muchacho, el huérfano John Trenchard, tras una terrible tormenta de viento, descubre una cripta secreta en el cementerio de Moonfleet, donde los contrabandistas de la costa guardan el botín arrebatado a los barcos a los que hacen naufragar con engaños. Trenchard quedará atado, con su descubrimiento, al secreto y a la ambivalente figura de Elzevir Block, que lo protege. Un diamante singular se convierte en el foco de atracción de todos y en su dirección se mueve el destino de Trenchard. La novela es un relato de amistad e iniciación en la costa en el norte de Inglaterra, donde encontraremos gentes honestas y la memoria de un tal coronel Mohune cuyo fantasma ronda el pueblo bajo el nombre de Barbanegra. Una trama compleja, rica y muy bien llevada.

El capitán Blood

Rafael Sabatini

Italiano como Salgari y con dos libros entre los que es difícil decidirse por uno (El capitán Blood y El halcón del mar), Sabatini (1875-1950) coincide con su compatriota en el mal concepto que tiene de los marinos y gobernadores españoles, y en la acción trepidante y melodramática. Aquí también encontramos a un Peter Blood, ex soldado que ejerce como médico, injustamente acusado de traidor a la corona, enviado a las colonias y vendido como esclavo, lo que le convierte en pirata. Traiciones, venganzas, amores contrariados, malvados cuya crueldad supera a la de cualquier bucanero y una última idea del honor y la dignidad nada fácil de mantener (el autor hace equilibrios para proteger a sus héroes del encanallamiento) en un mundo donde la ausencia de valores es imprescindible para sobrevivir. Su inclinación al final feliz traído in extremis es una marca de la casa.

El pirata

Walter Scott

Narrada con la parsimonia y el detallismo de la época, ésta es una típica novela scottiana (1771-1832). En ella encontramos a un pirata en tierra, el capitán Cleveland, único sobreviviente de un naufragio. Scott se recrea en la descripción de ambientes, costumbres, escenarios y personajes, como corresponde a la vertiente nacionalista del romanticismo; en este caso, el lugar elegido son las islas Shetland. La trama es intrincada y los personajes se definen por parejas (Minna y su hermana Brenda; Mordaunt Mertoun y el capitán Cleveland, Magnus Troil y Mertoun padre) y sobre todos impera Norna, la sibila, que dirige la intriga. Entre las fuerzas de la Naturaleza se esconden oscuras historias de padres e hijos, traiciones y secretos gobernados por el amor y el destino. Tarda en entrar en acción, pero es una de esas novelas que dejan al lector tan satisfecho como una buena comida.

Huracán de Jamaica

Richard Hugues

Otra novela de piratas que genera otra obra maestra del cine, la estrenada en España como Viento en las velas, de Alexander Mackendrik. Cuenta el secuestro por una banda pirata de medio pelo de un grupo de niños de las colonias que son enviados por sus padres a Inglaterra para su educación. Tras abordar el buque, los niños se convierten en rehenes indeseados de los piratas y a lo que vamos a asistir es a la paulatina evolución de unos chicos que verán afectada su inocencia infantil y unos piratas desquiciados por los problemas que aquéllos les causan. En realidad, lo que la novela plantea es el tema de la corrupción de la inocencia tanto por la presión externa, por el contacto con la realidad, como por el egoísmo natural de los inocentes. El contraste entre la progresiva turbiedad de esa inocencia y la cruel simpleza vital de los piratas da lugar a una novela de lectura obligada.

La isla del tesoro

R. L. Stevenson

Se dice de esta novela que no hay narración más pura que ella. Es el paradigma de la narración concebida como aventura y también del relato de piratería en torno al mito del tesoro. Lo tiene todo: intriga, valores morales, un soberbio pirata en la figura de Long John Silver, cuya ambigüedad está admirablemente trazada, un ritmo perfecto y un pequeño héroe inolvidable: Jack Hawkins. Las imágenes-mito están aquí reunidas: el mapa, el tesoro, el barco (esa entrañable Hispaniola), la pata de palo, el loro, la inolvidable posada del Almirante Benbow y los valerosos e imprudentes caballeros británicos. Con todo, la relación entre Jack Hawkins y John el Largo es el hallazgo cumbre del libro, lo que le libra -siendo tan claro y directo- del maniqueísmo y el estereotipo y lo eleva a categoría de obra universal. Esta novela del escosés R. L. Stevenson (1850-1894) nunca perecerá.

Los piratas fantasmas

William Hope Hodgson

El desdichado y animoso William Hope Hodgson es el autor del mejor cuento de terror en el mar que se ha escrito ('Desde el mar sin mareas') y de otros que no le van a la zaga, amén de la novela La casa en el confín de la tierra. Los piratas fantasmas cuenta la historia de un buque maldito, el Mortzestus, que se ve invadido por los piratas fantasmas que van deshaciéndose de la tripulación. Importa el ritmo de los acontecimientos, que va ascendiendo siniestramente hasta la máxima tensión; en segundo lugar, directamente unido a lo anterior, la atmósfera de extraña e invencible maldición y presencia casi sobrenatural que coloca la narración en un territorio dramático entre la realidad y la obnubilación; y, por fin, el final impresionante, cuando la última amenaza surge de las profundidades. Aquí el mar no es fuente de aventura sino de terror e inseguridad atávicos.

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