El resurgir de una aldea
Un riojano recupera casa por casa y piedra a piedra el pueblo de Couso
De la absoluta nada emerge un pueblo como un Belén en los confines de Sarreaus, en A Limia (Ourense). Una veintena de viviendas con encanto, réplicas exactas de las que algún día construyeron los esforzados vecinos y que a mediados del siglo pasado quedaron descosidas por la sangría de la emigración dan vida, de momento inerte, a un bucólico lugar. Una estampa floreciente del pasado.
El riojano José María Galán Martínez se ha empeñado en levantar casa por casa, piedra a piedra, la aldea abandonada de Couso, en donde no se le había perdido nada más allá de una emoción sincera. Eso dice. Uno llega allí y el tiempo se le estampa en la frente. La aldea está como debió figurar algún día en el deseo impronunciable de sus habitantes. Las mismas veinte casas, sus dos molinos y un horno, las mismas callejuelas, el mismo río Limia atravesando esquinas surcado por puentecillos de impoluta madera; las mismas montañas envolviéndolo todo, el mismo soleado frío. Todo igual, pero confortable, adaptado a los tiempos y a estrenar, a la espera del turismo que habrá de revivirlo con sus comodidades.
La aldea está como debió ser, con sus 20 casas, sus dos molinos y un horno
Galán descubrió Couso en sus viajes a A Limia para ir de caza
Galán se para en cada esquina y revisa con satisfacción la obra concluida. Se ponga donde se ponga, el emprendedor deja la mirada colgada del paisaje. "Estás aquí y casi te dan ganas de llorar. Esto es irrepetible", musita apenas para sí echando una ojeada a los 20.000 metros cuadrados de aldea recuperada, rodeada de 500 hectáreas de coto intensivo de caza.
José María Galán es de pocas palabras. Ni remotamente desvela el precio que pagó por las ruinas de la aldea. Ni remotamente, tampoco, lo que invirtió en el espejismo en que la ha convertido a lo largo de siete años continuados de obras de los que queda constancia en una placa instalada en la primera fachada de la aldea. El empresario sonríe y calla. Sólo guía por las sobrias viviendas de planta con galería que ha restaurado con un mimo ya en desuso y con las fotos antiguas en la mano. Ha utilizado las mismas piedras derruidas; la recuperación es un calco: "Lo hemos aprovechado todo", comenta con orgullo. Sólo que ahora la aldea emerge en tecnicolor con las balaustradas de las fachadas en inusuales azul, rojo, verde, malva... Como si se propusieran reivindicar la alegría perdida, espantando el frío gris que llevó a todos sus habitantes a escapar de ahí para no regresar jamás.
Para comprar la aldea, Galán tuvo que ponerse en contacto con los herederos de los antiguos habitantes. Ninguno está en Galicia, pero él se puso a la tarea con el entusiasmo de un coleccionista, para dar sentido y vida a su objetivo a través del turismo rural.
El empresario riojano descubrió Couso, sus ruinas, hace ya años, en sus continuas visitas a la comarca de A Limia para practicar la caza. Y quedó atrapado. Quedaba entonces, en 1994, un vecino en la aldea. Ahora, Galán oferta 22 habitaciones con baño, dos salones para convenciones con aforo para 100 personas y toda esa postal que es la naturaleza en bruto rodeando la aldea.
El empresario y su mujer, Pilar, que ha decorado los interiores con todas las comodidades imaginables, llaman a Edgar, el boliviano que se ha instalado en la aldea como casero, que va sacando las llaves y abriendo puertas. Fuera, grupos de jardineros se afanan en acicalar las empedradas callejas con enormes tiestos de ciclamen.
Galán ha emprendido la obra como una misión. Está convencido de que el pueblo lo buscó a él y no al revés. Siete largos años ininterrumpidos de obras esperan ahora por las subvenciones solicitadas a las consellerías de Medio Rural y de Medio Ambiente. "El pueblo está terminado, pero sólo hemos recibido ayudas insignificantes". El ayuntamiento de Sarreaus debería instalar estos días las señalizaciones en la carretera para llevar a los visitantes al revivido Couso.
Mientras tanto, los propietarios preparan ya la inauguración. Harán dos. Una abierta a todo el mundo amenizada con las escuelas de gaita de toda Galicia y con pulpeiras de O Carballiño y otra, más oficial, a la que invitarán a las embajadas y casas de Galicia de Europa y América. Galán quiere celebrar así su sueño y su esfuerzo empresarial. Mientras tanto, mira hacia el horizonte, sonríe y musita: "Sólo un loco como yo se habría metido a esto, sólo un loco".
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