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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los disfraces de la Cosa Nostra

Jesús Mota

El comisario Gayraud escribe este alarmante libro desde el convencimiento de que algo muy grave está pasando en los subterráneos de la democracia: el crimen organizado, lo que popularmente se conoce como mafia, se está instalando en el corazón de nuestros sistemas políticos y económicos. Como en las mejores paranoias de los años de la guerra fría -Los ladrones de cuerpos, de Jack Finney, o Los cuclillos de Midwich, de John Wyndham-, un parásito, en este caso el crimen organizado, se introduce en las instituciones, suplanta su personalidad y deseca su fuerza vital. La voz de alerta de Gayraud es la misma que en su día gritaron Estes Kefauver, el senador que dirigió la investigación contra el crimen organizado; Dewey, el fiscal que persiguió a la mafia italoamericana; el escritor Leonardo Sciascia, o los jueces asesinados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. El crimen organizado vive entre nosotros y se beneficia de su invisibilidad o de nuestra ceguera; y no debemos considerarlo como un pintoresco localismo, sino como una amenaza muy grave.

El G 9 de las mafias en el mundo. Geopolítica del crimen organizado

Jean-François Gayraud

Ediciones Urano

ISBN 978-84-934642-8-8

Para un policía como Gayraud -probablemente un buen policía- el mundo está en orden cuando se sabe dónde está el bien y dónde empieza el mal, es decir, la legalidad y el crimen. El concepto de delito mafioso disuelve las fronteras que separan la conducta social de la delictiva. Por lo tanto, no sólo es un hecho criminal perseguible sino que, por encima de todo, perturba la comprensión correcta de lo que es delito y de lo que no lo es. De ahí la inquietud desasosegante del autor, quien no cesa de atosigar al lector con preguntas como "¿queremos un mundo sicilianizado?" o la repetida conclusión de que la mafia no pretende, como el terrorismo, destruir el sistema político y el económico, sino formar parte de él.

Como pieza argumentativa de este temor racionalizado, Gayraud procede con la mafia como los cristianos con el diablo, es decir, advirtiendo sobre los peligros que entraña el creer que no existe. De la misma forma que los catecismos católicos insisten en la idea, esta vez desmañadamente paranoica, de que el gran triunfo de Satanás consiste en convencernos de que no existe-, la mafia trabaja activamente para ocultar su existencia. Sus secuaces y portavoces -como los sicarios del maligno- o bien niegan su existencia o banalizan su influencia o suponen que será erradicada por la presión benéfica de las instituciones democráticas.

Gayraud tiene razón, por supuesto. Se esfuerza en describir las nueve mafias identificadas en el mundo y de su trabajo se desprende sin sorpresa que sus temores están fundados. No es que ofrezca sorprendentes investigaciones nuevas, ni que su enfoque sea espectacular por lo novedoso. Se limita a narrar de forma ordenada acontecimientos que en muchos casos son bien conocidos -es el caso de la mafia italiana o estadounidense-, hasta el punto de que G 9 es en realidad una historia compacta de las mafias, de la siciliana y de otras ocho más. Es ameno, no empalaga y construye además una antropología de las mafias -ritos, obsesiones, modus operandi- que para sí quisieran textos de más pretensiones sociológicas.

Flaquea en dos aspectos. Los lectores quizá esperen que un libro que denuncie una amenaza se esmere en cuantificarla. ¿Cuántas empresas controlan las mafias, qué volumen de negocio dirigen desde la sombra? Apenas se disecciona un asunto que para el autor es tan fundamental, como es la conexión económica con la sociedad que los mafiosos pretenden parasitar. Por añadidura, un escéptico podría argumentar qué señal de alarma llega con retraso porque la presencia de la mafia en las redes políticas y económicas de la democracia no es de hoy; se remonta a la insidiosa transformación de los asuntos mafiosos que impulsaron Lucky Luciano y Meyer Lansky a partir de la abolición del acta Volstead -la Ley Seca-; desde entonces, la mafia lava sus ingresos en negocios legales. Desde entonces, los invasores están entre nosotros.

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