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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ochando o la claridad

El señor de la foto, tomada en el aeropuerto de El Prat a las ocho de la mañana, que está a punto de embarcarse de vuelta a Granada es Miguel Ochando.

Con esto podría estar dicho todo, pero vengan interesantes detalles: el clima, la hora y el lugar son más bien desapacibles, el cielo de panza de burro, y por eso a este granadino de 42 años se le ve tan serio; por eso y también porque es por naturaleza parco en sonrisas y en palabras. También estaba serio la víspera, cuando oficiaba a las seis cuerdas una ceremonia musical irrepetible en la sociedad flamenca barcelonesa El Dorado. A Miguel Ochando le secundó Pedro Barragán, guitarrista barcelonés que un buen día, como tantos colegas que estudiaron en el Liceo el toque de la guitarra, se fue en busca de las esencias para Sevilla, donde vive.

El concierto comenzó y concluyó con ese zapateado tan serio y animoso de Esteban Sanlúcar que abre también emblemáticamente el flamante disco de Miguel, Memoria. En el rasgueo de sus guitarras precisas y acompasadas se materializaban formas antiguas del espíritu humano, formas nobilísimas, olvidadas, rescatadas formas de tiempo de esas de las que a menudo sólo se nos alcanza la ruina venerable de algún eco entre crepitaciones. Es el repertorio de Ochando: Montoya, el primer solista; Sanlúcar que se fue en 1944 a la Argentina y ya no regresó; Sabicas, el Niño Ricardo... A diferencia de la inmensa mayoría de los guitarristas del flamenco de hoy, que en cuanto asoman se sienten obligados a presentar sus propias composiciones, él en su primer disco y en sus conciertos interpreta el legado de aquellos maestros antiguos. Se ha pasado mucho tiempo en el archivo del Centro Andaluz de Flamenco, en Jerez, leyendo y copiando partituras.

Quizá Memoria sea el disco de guitarra más esperado por el público flamenco, me decía Barragán senior: porque Ochando ya apuntaba maneras desde muy joven, ya de niño lo llevaba su padre a la peña granadina La Platería, la más antigua de España, y ya su guitarra calma, transparente y precisa ganaba concursos a los 19 años, pero luego se dedicó a acompañar a cantaores. Pasaban los años y aquella joven promesa, como tantas, parecía que no iba a cumplirse nunca. Por fin, su amigo Gerardo Núñez le convenció: "Oye, Miguel, que tú tienes muchas cosas antiguas, ¿por qué no dejas que te grabe un disco?".

El disco que por fin ha salido del estudio de Núñez es una joya, pero no es fácil conseguir una copia, pues tiene una distribución muy precaria; pero puede oírse y verse a Ochando rasgueando ese Zapateado de Esteban Sanlúcar tan serio y animoso y la Rondeña famosa de Montoya, en los vídeos de Youtube. Y el que tenga ocasión le puede escuchar en la Maestranza de Sevilla el 10 de diciembre, y en Pamplona el 7 de enero, en alguno de los conciertos que va a ofrecer "en homenaje a Sabica", el gitano pamplonica.

Yo pensaba que el título del disco se refería precisamente a Sabica y demás virtuosos de antaño, pero resulta que la Memoria a la que alude es (según cuenta José Antonio García Murciano) la del primer profesor de guitarra que tuvo Miguel, el ciego Adrián, que no era flamenco pero le enseñó inmejorablemente la técnica y recomendaba a su alumno niño:

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-Claridad.

Esa Memoria es la de un niño de 10 años, "bajando asustado cada noche por la cuesta del Chapiz, que une el Sacromonte con el paseo de los Tristes, a los pies de la Alhambra".

Miguel venía de clase de guitarra. En la noche oscura acechaban los peligros, pero el niño se sacudía el miedo repitiéndose el consejo inolvidable que le daba cada tarde el ciego Adrián y que aprendió tan bien: claridad.

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