La paz de los mil nombres
La Cumbre de Annapolis, en mi opinión, no es más que de una mascarada de George W. Bush para tratar de lavar su imagen a nivel internacional, y más concretamente en Oriente Medio. Para ello ha requerido de la participación de los novios, Abbas y Olmert, y una multitud de testigos, todo, ¿para qué? Las partes siguen enquistadas en sus posturas, pero a su vez les conviene dar la enésima imagen de que van a llegar a un acuerdo. Pero una cosa está clara, ambas partes deben ceder, y principalmente Palestina, pues es el más débil y, aunque sea injusto, las cosas son así. Lo que yo haría por el bien del pueblo palestino es dejar de celebrar tanta cumbre y destinar el dinero que cuestan esos eventos en ayuda alimentaria a la población palestina de Gaza, que sufre por partida doble; por un lado, a los radicales de Hamás, y por otro, el bloqueo. Ya basta de hipocresía, no nos engañen, esta cumbre no va servir de nada hasta que los implicados no se decidan de una vez por todas por la paz y dejen de hacer sufrir a su pueblo.
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