El historiador que contaba historias
Pierre Miquel fue un historiador académico hasta la década de los setenta. Entonces dos hechos se sumaron. Por un lado la televisión le pidió que la ayudase a contar su pasado a los franceses y por otro se abrieron los archivos relativos a la I Guerra Mundial. De estos dos fenómenos surgió un nuevo Pierre Miquel, un historiador con capacidad para escribir dos, tres y hasta cuatro libros anuales, para transformarlos en guiones de televisión y dirigir para la radio grandes frescos históricos. Los últimos años de su vida -Pierre Miquel había nacido en 1930, en Montluçon, y murió en París el pasado día 26- los pasó escribiendo novelas. Históricas, eso sí.
Pierre Miquel fue profesor de instituto en Aviñón antes de serlo en la Universidad de Nanterre y en otras instituciones. En esos años había escrito una biografía de Raymond Poincaré y un texto de referencia sobre el affaire Dreyfus, cuna del antisemitismo moderno y de la noción misma de intelectual comprometido. Luego se interesó por la historia de la radio y la televisión, por su capacidad para servir al poder, pero también para transformar las mentalidades y transmitir información.
Próximo a la izquierda, Miquel se interesó por figuras contradictorias como Jules Ferry, Jean Jaurès y Georges Clamenceau, padre el primero de la escuela pública, laica y gratuita; socialista y pacifista el segundo, líder de la izquierda guerrera el tercero. Y detrás de todos ellos, los poilus, los barbudos o peludos de la I Guerra Mundial, con sus espantosas carnicerías a base de batallas de trincheras y de lanzarse gases. Miquel se interesó por la crueldad de la guerra, por la mezcla de heroísmo y miseria que puede acumularse en un mismo hombre, y también por la dimensión política de ciertos episodios, como el de los "fusilados por el ejemplo", es decir, de soldados que fueron condenados a muerte, falsamente acusados de falta de combatividad, para así forzar a sus compañeros de regimiento a tomar mayores riesgos.
Miquel acabó haciendo historia de todo: del lenguaje de las flores, de los soldados de plomo, de las batallas de Napoleón o de los dietarios profesionales de las comisarías. Sabía contar. Sus orígenes campesinos, el conocer el valor de un buen relato, fue desviándole del "rigor académico" y acercándole cada vez más a la divulgación. Con otro historiador, Alain Decaux, concibió programas televisivos de gran éxito.

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