Sarkozy sólo sonríe con Dadu
El presidente francés incluye a su madre en el viaje oficial a China y deja en tierra a Alain Delon
El viaje de tres días de Nicolas Sarkozy a China ha servido para que todos los franceses descubrieran a Dadu, es decir, a Andrèe Mollah, la mamá del presidente, la discreta hija de un médico judío de Salónica que se casó con Pal, el aristócrata húngaro que ha transmitido sus apellidos al presidente.
Dadu, que suele abrigarse con una chaqueta de visón con capucha y a la que se ve muy sonriente, es una mujer mayor, de pelo blanco y que parece mucho más distendida y feliz que su hijo. "Es emocionante escuchar La Marsellesa aquí, en Pekín", ha confesado, sin duda olvidando que el himno también sonó antes para De Gaulle, Giscard, Mitterrand o Chirac.
La madre del presidente aparece ahora cuando la que ha sido su nuera, Cécilia, ha desaparecido del panorama oficial tras el divorcio y el Elíseo se ha quedado sin primera dama.
La presencia de Dadu, que fue discreta el día de la toma de posesión de su hijo, transmite buen humor. Nicolas, tradicionalmente gruñón y dispuesto a lanzar alguna de sus frases asesinas a quienes no han comprendido que sus deseos son órdenes, vendió centrales nucleares, de tratamiento de aguas usadas y aviones -los trenes tendrán que esperar- con la sonrisa en los labios.
Menos sonriente debe estar Alain Delon. Cuando se programó el viaje, Delon formaba parte de los invitados del presidente francés. El actor había dado su consentimiento. El hombre sigue siendo muy popular en China y en Japón, la encarnación en Oriente de la elegancia masculina francesa. Pero luego pasaron los días y el cartón de invitación no llegaba.
Delon, que había cambiado incluso la fecha de celebración del aniversario de su hija para poder formar parte de la comitiva oficial, acabó por enfadarse. ¿Quién es el responsable del olvido? ¿Es voluntario o no? ¿Tenía el visto bueno del presidente o él no estaba al corriente? ¿Todo se debió a que alguien no soporta que Delon hable de sí mismo en tercera persona? ¿Dadu ha ocupado su plaza?
Entre los ausentes, otra figura: Rama Yade. La joven secretaria de Estado para los Derechos Humanos no llegó a subir al avión de la delegación francesa. Ya se sabe, ir a postular el derecho a la libertad de expresión en Pekín no goza de buena prensa, y nunca mejor dicho. Hay pues una razón de congruencia política -la incongruencia entre la expresión Derechos Humanos y China Popular- para que la bella Yade se quedase sin visita a la Ciudad Prohibida.
Pero hay otra explicación: la ministra de Justicia, Rachida Dati, no soporta -dicen- a Rama Yade. Las dos compiten por el mismo título: el de hija de inmigrados que ha triunfado y es aceptada por la nomenclatura francesa.
Yade tiene 29 años y Dati piensa, sin duda, que le queda todo un mundo por delante. La competición promete.

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