Cuando la Gestapo se hizo policía
Alemania investiga la infiltración de nazis en las fuerzas de seguridad
Al inmenso esfuerzo de la sociedad alemana para afrontar su complejo pasado se ha sumado recientemente un organismo público de singular importancia: la Policía Federal Criminal (BKA). Fundada en 1951, cuando la República Federal de Alemania tenía dos años de existencia democrática, la BKA se convirtió en la máxima instancia policial, una especie de FBI en versión alemana. No era un secreto que en los orígenes de la BKA tuvieron un papel destacado ex jefes de la Gestapo nazi y oficiales de las SS. Un libro de Dieter Schenk, un antiguo funcionario de la BKA, titulado Ciegos del ojo derecho. Las raíces pardas de la BKA (pardas por el color de los uniformes nazis), reflejaba con todo lujo de detalles cómo los fundadores de esa nueva policía democrática habían servido a las órdenes de siniestros jefes policiales nazis como el jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Heinrich Himmler.
Esto se sabía, pero con sumo cuidado se había barrido debajo de la alfombra y cubierto con un manto de silencio. Jörg Ziercke, actual presidente de la BKA, ha tenido el coraje cívico de convocar en su sede central de Wiesbaden tres coloquios celebrados en los meses de agosto, septiembre y octubre.
El resultado ha sido el acuerdo de realizar un estudio sobre las conexiones nazis en los orígenes de la BKA y su repercusión en el espíritu de trabajo y la ideología de ese organismo policial encargado durante décadas de la persecución de comunistas, terroristas, delincuentes comunes y también del extremismo neonazi y de ultraderecha.
En su discurso inaugural del coloquio de agosto, Ziercke no tuvo el menor pudor en reconocer que esta reflexión sobre el pasado llega "muy tarde, pero espero que no demasiado tarde". Expuso Ziercke las implicaciones de la policía en los crímenes del nazismo con un ejemplo: "En 1941, el batallón policial 45 asesinó en las cercanías de Kiev a 33.000 judíos. Según las modernas investigaciones, entre 150.000 y 200.000 personas fueron asesinadas por la policía alemana en el extranjero". Asegura el jefe de la BKA: "A fines de los años cincuenta la mayoría de los policías de la época nazi, antiguos miembros del partido e incluso de las SS pudieron continuar su carrera e ingresaron también en la BKA".
Añadió Ziercke que en esas fechas "casi todos los puestos directivos de la BKA estaban ocupados por antiguos nazis y SS, de 47 altos funcionarios 33 habían sido miembros de las SS". Con valentía se planteó Ziercke en su discurso la pregunta: "¿Quiénes fueron nuestros padres fundadores? ¿Quién era esa gente que trabajó para el régimen nazi y luego en la BKA fundada en 1951? ¿Qué papel representaron en la nueva policía? Hay indicios ciertos de que las pandillas y las conexiones formadas en tiempos del nazismo continuaron después de la guerra y se ayudaron para ingresar de nuevo en la policía".
Una prueba palpable de la voluntad de afrontar el pasado es la invitación al coloquio al ex policía de la BKA Dieter Schenk, al que en su día negaron acceso a los archivos para escribir su libro. De las investigaciones de Schenk se deduce que en los orígenes de la BKA se enquistó una especie de mafia de antiguos nazis, Gestapo y SS, con criminales de guerra incluidos. A conclusiones parecidas llega el periodista Hans Leyendecker, del Süddeutsche Zeitung, según el cual de los 47 funcionarios con cargos directivos en la BKA a fines de los cincuenta "sólo dos tenían la camisa limpia".
El libro de Schenk está plagado de ejemplos de nazis con responsabilidad en los comandos policiales que intervinieron en las ejecuciones en Ucrania y la Unión Soviética y que se integraron sin problemas en la BKA. En esa infiltración de ex nazis en la policía democrática de la RFA representó un papel clave Paul Dickopf, que llegó a presidente de la BKA y de la Interpol.
Dickopf pertenece al grupo llamado los de Charlottenburg. El nombre procede del barrio berlinés donde se encontraba la escuela de policía de la Gestapo en la que estudiaron Dickopf y sus amigos, a los que ayudó a ingresar en la BKA donde formaron un grupo cerrado encargado de protegerse y evitar las investigaciones judiciales sobre su pasado.
Según Schenk, Dickopf consiguió fabricarse una biografía como resistente por haber abandonado la Alemania nazi y refugiarse en Suiza. Sostiene Schenk que todo fue un juego acordado con los nazis para construirle una leyenda y permitirle espiar en Suiza, donde actuó como agente doble. Después de la guerra, con el comienzo del enfrentamiento Este-Oeste, Dickopf se convirtió en agente de la CIA y realizó una carrera fulminante hasta llegar a la presidencia del BKA. Se ganó fama de policía ejemplar e incluso hoy tiene una calle dedicada en Meckenheim, un pueblo cerca de Bonn.
La presencia de estos antiguos nazis en la BKA se reflejó en el estilo de trabajo. Se copiaron incluso formularios y métodos de la antigua Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA) donde estaban agrupadas la policía criminal, la Gestapo y el Servicio de Seguridad bajo las órdenes de Himmler.
La RSHA llevó adelante tareas decisivas en el Holocausto y la persecución de judíos, comunistas, homosexuales y gitanos. Policías formados en ese ambiente fueron los que fundaron la democrática BKA que ahora quiere investigar y sacar a la luz para realizar una catarsis de ese siniestro pasado.
La voluntad de la BKA de aclarar el pasado coincide con la de dos destacadas familias de la historia alemana. Francesca Thyssen-Bornemisza, hija del barón Thyssen y esposa de Carlos de Habsburgo-Lorena, actual jefe de la casa de Habsburgo, al tener conocimiento de las informaciones sobre la implicación de su tía Margit en los sucesos sangrientos ocurridos al final de la II Guerra Mundial en torno a su castillo de Rechnitz en Austria, con el asesinato de casi 200 presos judíos, declaró en un programa de la televisión pública alemana ARD: "Lo ocurrido en Burgenland en los últimos días de la dominación nazi es inconcebible. Los informes de los medios sobre los sucesos de Rechnitz me afectan fuertemente. Por eso prestaré mi apoyo si la familia por su cuenta examina lo ocurrido entonces. Los resultados de la investigación deben ser transparentes y abiertos al público".
Pocos días después, la misma ARD emitió un documental titulado El silencio de los Quandt que trataba de las implicaciones de esa familia, la más rica de Alemania, propietaria de casi el 50% de BMW, en los crímenes del nazismo. En la fábrica de baterías de los Quandt en Hannover se instaló un campo de concentración vigilado por las SS. Allí trabajaban presos políticos, judíos traídos de campos de concentración y obreros esclavos procedentes de países invadidos por la Wehrmacht. Los Quandt siempre se habían negado a hablar de ese pasado. La emisión del documental los colocó en la picota y ahora han anunciado que están dispuestos a abrir los archivos familiares para que historiadores independientes investiguen ese pasado de beneficiosas conexiones con el nazismo.
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