El Gobierno libanés asume los poderes del presidente
"Ni hay estado de excepción, ni existe necesidad de ello. El Ejército cumple su papel junto a otros cuerpos de seguridad". El primer ministro libanés, Fuad Siniora, trató así de atajar ayer la inquietud que suscitó la ambigua declaración del presidente, el prosirio Emile Lahoud, quien tres horas antes de concluir su mandato advirtió de que "las condiciones pueden conducir al estado de excepción".
El Gobierno, respaldado por Estados Unidos y Francia, asumió los poderes del mandatario saliente. Aunque Siniora se cuidó de asegurar que el principal cometido de su Ejecutivo será proceder a la elección del sucesor de Lahoud. El nuevo plazo vence el viernes 30.
No hay presidente. Y la oposición -el movimiento chií Hezbolá y su socio cristiano, el caudillo Michel Aoun- no reconoce la legitimidad del Gobierno. Lo que sería un desastre para cualquier país, no deja de ser un capítulo más de la grave crisis política que sufre Líbano desde septiembre de 2004, cuando el Consejo de Seguridad de la ONU -a instancias de Washington y París- ordenó la retirada de las tropas sirias, y Damasco, que tuteló Líbano por tres décadas, respondió con la extensión del mandato de Lahoud.
Siniora destacó que el Ejército, que mantiene desplegados a miles de soldados, controla la situación y que la asunción de poderes es conforme a la legalidad. Poco importa. La Constitución es un texto que se resquebraja cuando no se logra el consenso. Han caducado los plazos previstos en la Ley Fundamental para elegir al sucesor de Lahoud, y los diputados no se han congregado en sesión permanente en el Parlamento, como prescribe la Carta Magna. Lo decisivo es el poder de las sectas. Cristianos, chiíes, suníes y drusos apenas otorgan importancia a estas violaciones legales, conscientes de que el juego de poder está por encima de las normas.
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