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Columna
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Mala pinta

Joaquín Estefanía

En economía, las expectativas son tan importantes como la realidad. Y aquéllas se están deteriorando a un ritmo mucho más acelerado de lo esperado. Las previsiones se quedan viejas a la luz de lo que se va conociendo día a día. El contenido de las actas de la última reunión de la Reserva Federal (Fed) ha sido especialmente significativo, porque, aunque no se habla de recesión en EE UU, sí se sabe que el crecimiento de su economía será más lento en 2008. Lo que dio lugar, de modo inmediato, a caídas adicionales de las bolsas de valores y a una mayor depreciación del dólar respecto al euro. Todo ello influye en nosotros, aunque afortunadamente el fuerte despegue de países emergentes como China e India hace que ya no dependamos del todo de la economía estadounidense.

Las expectativas se deterioran con mayor rapidez. Entre los motivos, el preci0 y la escasez de petróleo

El comportamiento de los mercados de valores y del tipo de cambio de las monedas son consecuencia, no causa, de esta modificación de las expectativas. Entre los móviles directos de la incertidumbre figuran el precio del petróleo y la mala calidad de las hipotecas de alto riesgo. En las últimas jornadas, tanto el barril de brent (referencia en Europa) como sobre todo el barril de West Texas (referencia en EE UU) han bordeado los cien dólares, y casi nadie se atreve a pronosticar que el crudo vaya a bajar. Entre las excepciones, el jeque Yamani, fundador y ex presidente de la OPEP, que dijo en Madrid que el barril podría bajar a 75 dólares "si no se produce algo inesperado". Pero esos acontecimientos relativamente imprevisibles (por ejemplo, una invasión de Irán) pueden dejar de serlo de un día para otro y multiplicar por dos el precio de la materia prima. Los analistas deben hacer una relación cada vez más directa entre el precio y la cantidad de petróleo realmente existente. La era del petróleo abundante y barato es un arcano.

No menos preocupante es la evolución de las turbulencias financieras relacionadas con las hipotecas de alto riesgo (subprime), que tuvieron su epicentro en EE UU a principios del mes de agosto. Un reciente informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo económico (OCDE) dice que las pérdidas asociadas a las subprime están en el orden de los 200.000 millones de euros. Pero dice aún más: que todavía no se ha visto lo peor del declive inmobiliario en EE UU. Para corroborarlo, el secretario del Tesoro americano, Henry Paulson, que por su cargo ha de ser prudente, ha declarado que espera un repunte sustancial de los impagos hipotecarios en 2008. Hace unas semanas, Paulson dijo que el efecto de la crisis de las hipotecas locas duraría al menos dos años. Seguramente se quedó corto.

En este contexto, que la economía española haya aguantado creciendo a un ritmo interanual del 3,8% en el tercer trimestre del año, no deja de ser un respiro. Aunque haya que añadir a continuación que se observan ya muy nítidos los síntomas de fragilidad, por el agotamiento del consumo y de la inversión en vivienda. -

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