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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Espíritu de los tiempos

Porque el único refugio es el mundo entero, un puñado de hombres y mujeres, cerca de 200, acudieron este sábado 17 de noviembre a inaugurar un monolito levantado al Che Guevara, en una rotonda que separa los barrios de Llefià y La Salut, en Badalona, al pie de unos edificios de 15 pisos de altura, y junto al mercado municipal, en cuya planta superior se ha abierto un centro cívico, y también junto a la escuela pública, en cuyo patio se conserva la chimenea de una antigua fábrica de ladrillos. Y también en esa rotonda, duerme apoyando el lomo contra su parada, como una bestia de corral, un autobús amarillo y periférico que espera pasaje.

La gente aguarda a que principie la inauguración dando vueltas por la acera para sacudirse el frío nocturno de esta tarde, con un vasito de chocolate de merienda infantil, y las manos tan heladas como la nariz, y con las rayas de la mano trazándoles un plano del suburbio. Con las manos, digo, metidas en los bolsillos de sus chaquetas de cuero (de hombre que ha trabajado para tener un dos cuartos de cuero), que llevan cerradas hasta el cuello y con chapas rojas con el nombre del Che y con el nombre de sus partidos comunistas clavadas al pecho, como medallas proletarias de plástico. Una anciana grita por el móvil: "Abájate, que hay chocolate, que le han hecho un monumento al Che... Pues, claro, en la plaza. ¡No va a ser en Pedralbes!". Son la mayoría hombres de pelo y bigote blancos, que han querido que el mundo sea mejor que su destino, y que esta tarde se soplan en el hueco de las manos para reconfortarse, o que fuman con una mano en el bolsillo, y asienten con la otra moviendo con solemnidad arriba y abajo su pitillo; y sus mujeres, también ancianas, que saben que no hay que pelear hasta morir sino pelear hasta vencer, se besan entre ellas y se frotan el brazo cuando se saludan. Juan Gómez, fundador del Casal d'Amistat amb Cuba, la asociación badalonesa que junto con otras 19 organiza la inauguración de este monumento, explica que lo han financiado buscando ayudas particulares, y que ahora están pidiendo que una parada de Metro que se abrirá en esta plaza lleve también el nombre del Che.

Juan Gómez, malagueño de 77 años, es obrero de la construcción jubilado, ha militado en el PSUC con el nombre clandestino y burgués de Sarrià, y ha estado encarcelado por querer traer la democracia, y al llegar ésta ha salido concejal comunista en el primer Ayuntamiento democrático de Badalona. Lo que se ve en esta inauguración nocturna y de extrarradio, digo, es a la clase obrera envejecida y pasando frío. Se oyen palabras arrancadas de conversaciones, acaso porque se han quedado heladas en el aire, y son palabras que dicen: "clandestinamente", "cuando estaba militando", y son también voces de hombres que se llaman unos a otros por el apellido, que es como la gente se trata en el trabajo: "¡Hola, Cardeñosa!". Y un hombre le dice a otro con la cara pesada y los ojos ligeros: "Todos los que hay aquí somos de hace 30 años". Al final de este acto, Maite Arqué, la alcaldesa socialista de Badalona, cerca de una pancarta que dice: "Maite, el dinero hace falta para el barrio, no monolitos", hace una ceñida alocución sin nombrar al Che, quizá influida por el poema que le dedicó Joan Brossa (publicado por José Batlló en su revista furtiva Si la píldora bien supiera no la doraran por de fuera), que consistía en un alfabeto al que le faltaban las tres letras de la palabra Che. Entre el personal, un paqui se busca la vida con DVD grabados. Los lleva en una bolsa donde se lee: "la revolución de los chiquiprecios".

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