Gracias, Pedro y Violante
Sois unos valientes. Con casi 90 años habéis ganado la batalla al urbanismo salvaje y no os sacarán de vuestra casa para meteros en un piso. Esta historia hoy me emociona especialmente: acaban de cortar el ciruelo, otro árbol caído en lo que antaño fue el huerto de mi padre. Las máquinas cada día están más cerca de nuestra casa. Se acabó el prado verde y la roca donde jugamos de pequeños, se acabaron el huerto y los árboles: en pocos meses, mis padres y los vecinos de verdad del pueblo, los que viven todo el año allí, verán un paisaje de casas con las luces apagadas porque sólo se utilizan un mes al año y algunos fines de semana.
Y mientras se destruye el paisaje y se agotan los recursos de los pueblos pequeños, seguimos alimentando al monstruo de la especulación inmobiliaria porque nos sobra el dinero: ¿o acaso es la segunda residencia un bien de primera necesidad? Basta ya de recalificaciones que sólo benefician a políticos corruptos y delincuentes del ladrillo.
Este par de ancianos de la huerta de Murcia luchando por sus conejos, sus limoneros y su vida nos dan a todos una lección de dignidad.
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