Vida después de la muerte
- "Cuanto más buenos han sido
los jugadores, menos rendimiento
le ha sacado Eriksson a la selección inglesa". Alan Hansen, ex del Liverpool y comentarista de la BBC.
Una de las razones por las que el fútbol se ha convertido, 2.000 años después de Cristo, en la única religión auténticamente global es que es uno de los pocos terrenos de la vida en el que sabemos con seguridad que hay vida después de la muerte.
El milagro más reciente nos ha llegado de la mano de Sven-Göran Eriksson, destituido hace casi año y medio como entrenador de la selección de Inglaterra y condenado al infierno por la hinchada y la totalidad de los medios. La llegada del sueco a la selección coincidió con una supuesta "generación dorada" de jugadores que, según se convencieron los ingleses, tenía la mejor oportunidad de triunfar en un Mundial desde 1966. Pero nada. No sólo fracasó Eriksson en dos Mundiales y una Eurocopa, sino que logró la hazaña de extirpar aquella cualidad que siempre había abundado en el fútbol inglés, el coraje competitivo. Bajo la batuta sueca, los leones perdían como gatitos.
A Eriksson lo despidieron en el verano de 2006 para reemplazarlo inexplicablemente con su número dos, Steve McClaren, pero ésa es otra historia. De lo que no cabía la más mínima duda era de que Eriksson nunca más trabajaría en el fútbol inglés. Es más, lo sensato en ese momento era fugarse del país en medio de la noche, con bigote falso, y exiliarse en Borneo o, al menos, en un lugar de la tierra no frecuentado por los temibles turistas ingleses.
Y así fue. Desapareció durante un año. Pero entonces, demostrando o una estupidez ciega o un coraje suicida (si es que se puede diferenciar entre las dos cosas), reapareció en las Islas. Aceptó una oferta del nuevo dueño tailandés del Manchester City para entrenar a su equipo. "The blind leading the blind", fue el comentario de la prensa inglesa. El ciego guiando al ciego.
El City llevaba casi 40 años sufriendo bajo la sombra de su poderoso vecino, el United. Había bajado a la Segunda División y su trayectoria en la Premier había sido una lucha permanente para evitar el descenso.
Ante el escepticismo unánime de la antigua, leal y desesperada afición, Eriksson llegó y se puso a comprar jugadores a lo loco. O así parecía. La prensa se mofó de él cuando salió a la luz que la mayoría de los fichajes eran futbolistas que sólo había visto jugar por televisión, entre ellos un tal Elano procedente del Shakhtar Donetsk, de Ucrania.
¿Y qué ha pasado? Que, transcurrida la tercera parta de la temporada, el Manchester City va tercero en la Premier, por delante del Chelsea y el Liverpool y pegado a los dos primeros, el Arsenal y el Manchester United, equipo al que -para el asombro y deleite de la afición del City- han derrotado en el camino. Elano, un brasileño que no deja de marcar golazos, se ha convertido en el héroe del hasta ahora lado oscuro de Manchester y en un firme candidato al título de jugador revelación de la temporada.
Nada que ver con la selección inglesa de Eriksson, el City juega un fútbol que da gusto, disciplinado y ofensivo a la vez. La prensa inglesa se ha quedado muda. Salvo el veterano James Lawton, de The Independent, que escribió un artículo esta semana en el que, en plan mea culpa, reconoció que se había equivocado estrepitosamente al "enterrar" a Eriksson en sus columnas anteriores.
Semejante resurrección no se la imaginaba ni el bueno de Lawton ni nadie. Pero no hay nada que hacer. No nos queda más que rendirnos ante la evidencia del milagro. Lázaro, hoy, tiene apellido sueco.
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