Merecido homenaje
El Ministerio de Fomento es el rompeolas de todas las tensiones del Estado de las Autonomías. La muy profunda descentralización política que se puso en marcha a partir de la entrada en vigor de la Constitución y, sobre todo, a partir del referéndum del 28-F de 1980, que impuso una lectura de la Constitución en clave homogeneizadora, de tal manera que todas las comunidades autónomas, independientemente de la vía por la que accedieran a la autonomía, tendrían la misma arquitectura institucional y el mismo nivel competencial, aunque esto último se alcanzara en dos fases, es decir, no en 1981, como consecuencia de los primeros Pactos Autonómicos, sino en 1992, en los que a través de los segundos Pactos Autonómicos se cerró la estructura del Estado concretada en 1981, esa profunda descentralización ha producido una enorme descentralización en los recursos materiales y humanos, a través de los cuales la sociedad española en su conjunto tiene que dar respuesta a los problemas con los que tiene que enfrentarse.
El número de funcionarios al servicio de las comunidades autónomas es muy superior al número de funcionarios que trabajan para la Administración del Estado, no siendo tampoco ya muy distintos los recursos económicos con los que operan el segundo y las primeras.
En la mayor parte de los servicios que se tienen que prestar a los ciudadanos por las distintas administraciones públicas no hay tensiones territoriales. La educación, la sanidad, el medio ambiente, la ordenación del territorio... Cada comunidad autónoma opera con los recursos que resultan de los traspasos de los servicios que se han ido haciendo escalonadamente, a medida que la comunidad asumía el ejercicio efectivo de la competencia transferida y con la financiación resultante del modelo de financiación pactado a través del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Las comunidades autónomas no presionan sobre los ministerios, sino que el ministro ejerce su tarea de manera coordinada con los consejeros correspondientes, sin que se planteen problemas de particular importancia.
Algo completamente distinto ocurre con el Ministerio de Fomento. Se ha instalado, e instalado de una manera prácticamente irreversible, el criterio de valoración de los gobiernos autonómicos no por lo que hacen con sus propios presupuestos, sino por lo que consiguen sacar de los Presupuestos Generales del Estado. Y eso gravita de manera casi exclusiva sobre el Ministerio de Fomento, que es al que se dirigen no sólo las comunidades autónomas sino también los municipios, a fin de conseguir inversiones en infraestructuras, que después puedan ser vendidas a los ciudadanos como resultado de la propia gestión.
El Ministerio de Fomento es, por tanto, un ministerio de gestión imposible. Nunca llueva a gusto de todos, dice el refrán. Y esto es algo que la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, como le ha ocurrido a todos sus antecesores, está teniendo que comprobar de manera en algunos momentos particularmente dolorosa y también particularmente injusta.
Magdalena Álvarez está teniendo que soportar agresiones, que vienen en gran medida determinadas o multiplicadas por su coherencia en la defensa de un modelo solidario de regular el tráfico aéreo para toda España, de la misma manera que tuvo que soportar en Andalucía agresiones por su defensa de un modelo financiero con la ley de Cajas de Ahorro. Agresiones que ahora exactamente igual que le ocurrió en su condición de consejera de Economía, no han venido sólo de fuera, sino en las que ha habido buena parte de fuego amigo.
Por suerte, también está encontrando el reconocimiento que se merece en esta situación adversa. La cena homenaje que le ofrecieron los parlamentarios andaluces el pasado martes llega en buen momento. Es un acto de estricta justicia para un trabajo bien hecho.
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