Los jesuitas ven en Arrupe un "profeta del posconcilio"
Los jesuitas, que "sean como son, o no sean". Con ese espíritu trataron durante siglos los papas a la Compañía de Jesús, la mayor orden religiosa del catolicismo en número (ahora 19.200 personas, durante siglos el doble) y, sobre todo, en influencia y poder. "La milicia queridísima", les llamó Pablo VI en presencia del vasco Pedro Arrupe, nada más ser elegido éste prepósito general en 1965.
La sintonía con el pontificado duró apenas una década. La elección de Juan Pablo II en 1978, poco amigo de reformas y que veía comunistas por doquier, abrió una brecha entre el papado y los jesuitas, acusados por el papa polaco de veleidades con el marxismo. Ayer lo rememoró en Bilbao el sucesor de Arrupe, el holandés Peter Hans Kolvenbach. Dijo: "[Arrupe] era consciente de las dificultades con las que se enfrentaba y de la tensión con el Vaticano. Basta conocer un poco la historia de la Compañía para no extrañarse de los momentos de tensión".
Kolvenbach, prepósito general desde 1983, se encuentra en Bilbao para participar en los actos del centenario de Arrupe. Ayer pronunció una conferencia en la Universidad de Deusto y visitó en el Museo de Bellas Arte la exposición La mirada de Arrupe, guiado por el comisario de la muestra, Ángel Pérez.
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