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Reportaje:

La vida madrileña desde un autobús

Una exposición cuenta la historia de la EMT desde una carpa de Colón

Evocar las horas pasadas en el vehículo sobre el que discurre una parte de nuestra vida y contemplar sus cambios en las últimas décadas es algo grato y posible en la plaza de Colón hasta el domingo, entre las once de la mañana y las ocho de la tarde. Allí, una exposición sobre la Empresa Municipal de Transportes da noticia del transporte público madrileño de superficie, el autobús, que realiza 1.800.000 viajes diarios en 207 líneas y 10.000 paradas. La media de uso es de media hora por habitante.

Sobre la explanada del Descubrimiento han sido estacionados ocho autobuses, desde uno con motor diésel marca Guy, de dos pisos, con 4,40 metros de altura, fabricado y en funcionamiento entre 1948 y 1963, hasta otro del tipo Gulliver, eléctrico, con 2,30 metros de grupa, que todavía no ha entrado en línea: con 29 personas, siete de ellas sentadas, recorrerá por primera vez barrios de calles tan angostas como Las Letras o Lavapiés.

La exposición es un homenaje a los 60 años recién cumplidos por la EMT que, según se demuestra, ha vivido desde entonces un proceso incesante de innovaciones, desde el gasóleo y el hidrógeno al bioetanol de sus vehículos, cuya contemplación hoy hace aflorar sonrisas a algunos visitantes. Los más jóvenes desconocen que los autobuses llevaban cobradores provistos de un dedil de goma rugosa, más una esponjita para expedir billetes y que cada vehículo se hallaba poblado de carteles con prohibiciones varias.

Se evoca además el precedente mundo de los tranvías: el más célebre lo fue el que cubría el trayecto entre Moncloa y Paraninfo, en la Ciudad Universitaria. Los estudiantes aterrorizaban a los conductores al cruzar encima del puente sobre la avenida de los Reyes Católicos, 18 metros, botando de un lado a otro al grito de Pe-pe, mote por el que se le conocía. Por cierto, en 1973, dos años antes de morir Franco, el color corporativo de la EMT, que era el azul, pasó a ser el rojo. Un total de 24 fotografías, de niños, nevadas y guardias urbanos con casco, informan de un servicio capaz de crispar, pero también de conmover, con recuerdos entrañables.

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