La Mifanera
Su nombre es un trabalenguas de palabras chinas encadenadas. Mi significa 'arroz'. Mifan, 'arroz hervido'. Mifanera, último eslabón de la cadena, es el nombre que recibe el instrumento empleado para hervir el arroz, vocablo inventado por los occidentales que viven en la China de Hu Jintao. Roger, chef y propietario del restaurante, fue el responsable de bautizar su local con una palabra que invita a la adivinanza. Y es que La Mifanera tiene mucho de juego, de diversión, un lugar en el que los adultos, con una carta bipolarizada entre tapas y arroces del mundo, pueden disfrutar como niños sin necesidad de entrar en la máquina del tiempo de H. G. Wells.
Tras pasar por las cocinas del Talaia y Comerç 24, Roger tuvo claro que quería convertirse en un astronauta gravitando las 24 horas alrededor de un planeta en forma de grano de arroz. En Barcelona, en la que el grano de las paellas o los arroces caldosos suele servirse con el esqueleto reventado, la aparición de un restaurante que mima la cocción del arroz y lo embelesa de sabores patrios o importados debería festejarse con fuegos artificiales. Risotto con hinojo y gorgonzola, arroz shitake y pat.choy, risotto rural a base de paté trufado y rossinyols o arroz con mango verde, cordero y especias, son consistencias que invitan a compartir los segundos platos entre comensales chisposos por la felicidad del paladar y el empuje de los tragos serenos de un Es Trac, vino del Penedès facturado por Nacho Prats. Con estos arroces, cuatro de los muchos que ofrece la carta, hemos viajado por Italia, China y Pakistán. Roger dice que ha rebajado el sabor enérgico de la receta paquistaní para que pueda asumirla el paladar occidental. Da igual, tras aceptar que nos hayan convertido el viaje por Pakistán en una excursión de novios, la experiencia ha valido la pena.
Ante el poderío de estos arroces, no hay mejor preámbulo que unas tapas, orfebrería en miniatura para mandíbulas ansiosas. Lo dicho: se puede disfrutar como niños en el parque con el guacamole con kikos, las sardinas marinadas con melón, los rollitos chinos con salsa agridulce o los huevos estrellados con colmenillas. Y nos queda un postre que nos dará el pase definitivo al país de Nunca Jamás: chocolate con aceite y sal.
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