Mehmed Uzun, escritor y pacifista kurdo
Perseguido por el Gobierno turco, vivió exiliado
Su trayectoria vital refleja el doloroso camino que los kurdos han recorrido en Turquía por el reconocimiento de su cultura y el derecho a expresarse en su propio idioma. Su empeño logró dar forma al moderno lenguaje literario kurdo y recuperar la tradición oral de su pueblo, pero también le costó el exilio entre 1977 y 2005.
Uzun creció en una Turquía que no reconocía la existencia de los kurdos. Al pequeño Mehmed le abofeteaban en la escuela por expresarse en la única legua que conocía. Aquel trauma, que a otros les llevó a echarse al monte con la guerrilla separatista del PKK, a él le hizo militar del lado de la paz, con la sola arma de su pluma.
Así coeditó la revista turco-kurda Rizgazi que defendía el reconocimiento de su lengua y su cultura. Tal actividad le valió acusaciones de "separatismo" en 1976. Las autoridades turcas decretaron su detención y estuvo preso ocho meses. Su liberación no supuso el cierre de su caso, así que huyó de Turquía y logró asilo político en Suecia.
Fue en ese país, que cuenta con numerosos kurdos entre los refugiados que ha acogido, donde Uzun llevó a cabo la mayor parte de su actividad creativa. Liberado de las restricciones turcas pudo escribir no sólo artículos y ensayos sobre la represión cultural de los kurdos, sino también una docena de novelas en kurdo y turco que serían traducidas a una veintena de idiomas, aunque hasta el momento ninguna está en español.
Los críticos han destacado entre todas Siya Evînê (A la sombra del amor perdido) de 1989. En ella narra la lucha fallida de un intelectual kurdo de los años veinte del siglo pasado tanto por el amor de una mujer como en su deber de luchar contra la recién formada república turca.
Incluso en la distancia, hubo extremistas turcos que consideraron que su pluma constituía una amenaza. En 1981 el régimen militar le retiró la nacionalidad, al igual que a otros intelectuales. Ese gesto no desanimó su voluntad de recuperar el vocabulario y el folclor de su pueblo. Visitó las montañas del Kurdistán iraquí en busca de contadores de cuentos y poetas; aprendió árabe para leer los poemas kurdos de los siglos XVI y XVII; y batalló pacíficamente por los derechos kurdos en Europa.
Sus esfuerzos y los de otros intelectuales contribuyeron a que la UE hiciera del respeto a esa minoría una de las precondiciones para aceptar la candidatura turca. Así, el Gobierno de Ankara levantó la prohibición de hablar en kurdo y más tarde su uso en los medios de comunicación, pero el proceso fue lento. Todavía en el año 2000, cuando Uzun pudo volver para dar una conferencia en Diyabarkir, el corazón kurdo de Turquía, su defensa de que los niños kurdos debían educarse en su idioma en la escuela le valió un nuevo juicio, aunque, prueba de los nuevos aires, saldría absuelto.
Hace dos años, tal vez conocedor ya del cáncer de estómago que iba finalmente a acabar con su vida el pasado día 10, Mehmed Uzun regresó a su tierra. Había recibido el Premio a la Libertad de Pensamiento y Expresión de la Asociación de Editores Turcos, el de Literatura del Instituto Kurdo de Berlín, el Stina-Erik Lindeberg de la Academia Sueca y uno de los más destacados galardones de Escandinavia, el Premio de Libertad Torgny Segerstedt.
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