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"Si me dejan, los traigo a Alicante"

El patrón del pesquero que rescató 58 inmigrantes llega a Santa Pola

"¿Felicidades?", respondió Antonio López a la llamada de su mujer. "¡Me he echado al barco a 58 inmigrantes, menudo cumpleaños!". El patrón del pesquero Corisco, con base en Santa Pola, acababa de recoger en aguas de Libia a un grupo de inmigrantes a punto de ahogarse. Era el 13 de octubre, una fecha que Antonio tiene cada año más motivos para recordar. Fue el día de su nacimiento, el de su boda y también la jornada durante la cual encontró una patera a la deriva.

Ayer, los doce tripulantes del Corisco fueron recibidos a media tarde por sus familiares en el puerto de Santa Pola. Con la bodega repleta de quisquilla, el Corisco volverá a faenar en doce días. La aventura les ha ocasionado pérdidas de más de 30.000 euros, pero Antonio lo tiene claro. "Ni 30.000 ni 300.000 euros, yo estoy tranquilo. Los salvé".

Los pescadores relataron el rescate. "Estaba durmiendo, era sobre la una y media de la madrugada y, de repente, me viene uno gritando que oía voces a popa" recordaba Antonio. Al acercarse, vieron una embarcación de unos ocho metros de eslora con "muchísima gente dentro". "Primero nos mantuvimos a la espera, pero cuando nos dimos cuenta de que iban achicando agua con trozos de latón no me lo pensé dos veces y di la orden de subirlos al barco", contó. Además, el parte meteorológico pronosticaba mal tiempo en un par de días y eso, junto a la imagen de los niños, les hizo no dudar, apuntó Manuel Ruiz, miembro de la tripulación.

Los subieron a todos al barco y a los adultos les dieron café como primera medida contra el frío. Estaban helados. A los hombres los acomodaron en la bodega. La mayoría eran nigerianos aunque también había ciudadanos libios. Entre los náufragos había cinco mujeres y tres niñas, dos de ellas gemelas de menos de dos años. "Son como los nuestros. ¿Qué iba a hacer?", le explicaba durante aquellos días Antonio por teléfono a su mujer en referencia a sus tres hijos.

Los pescadores acomodaron a las mujeres y a las niñas en el mejor habitáculo de una embarcación grande pero en absoluto preparada para acoger durante tres días a sesenta personas. Todos pretendían llegar a Italia y habían pagado cada uno 600 euros por el viaje. Durante el día las niñas correteaban por el barco y los inmigrantes de religión musulmana rezaban a su hora.

La convivencia fue fácil, pese a las dificultades de comunicación que resolvieron con nociones de inglés. Guzmán Sempere, uno de los contramaestres, recordaba ayer cómo los inmigrantes les daban las gracias cada vez que les servían café o comida. "Se han llevado toda nuestra ropa", reían los pescadores.

Nunca olvidarán a estas 58 personas y temen que ahora lo estén "pasando mal". "No querían por nada del mundo volver a Libia porque sabían que allí les maltratarían", explicaba Abel Durá, también contramaestre. El patrón les informó de que haría lo que le dijeran las autoridades. "Si me hubieran dejado los traigo a Alicante, es la pena que me ha quedado", asegura. "Encima, cuando ya sabían que los habíamos devuelto a Libia aún nos dieron las gracias por haberlos recogido".

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