¿Un pacto PP-BNG?
El PP acostumbra hacer declaraciones en las que confía en reeditar la mayoría absoluta para volver a gobernar en Galicia. En el fondo, sabe que eso es más que difícil y que debe buscar otras alternativas, si quiere recuperar cuotas de poder en esta comunidad autónoma. Por su parte, el BNG es cada vez más consciente de que el PSOE es su enemigo, mientras que el PP es sólo su adversario. ¿Es su socio de Gobierno su enemigo? En realidad, sí, porque el PSOE busca su laminación política, mientras que el PP se dirige a públicos tan diferentes a los del BNG que apenas ve en los nacionalistas otra cosa que una fuerza diferenciada.
¿Pueden pactar en estas condiciones PP y BNG? Ambos saben que es una hipótesis de futuro, si bien de momento se cuidan mucho de debatir en público una idea que sí han tratado en privado los populares Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijóo y el nacionalista Anxo Quintana.
Los socialistas ven en los nacionalistas un mal necesario al que pretenden ir reduciendo
El PSOE también lo sabe, pero ni aún así frena su estrategia de fondo contra el BNG. En realidad, no se trata de algo para mañana, ya que hablar de un pacto entre ambos debilita sus posiciones. Para el PP supone reconocer que se ha equivocado de estrategia política. Para el BNG puede alejar votantes de izquierdas, aunque a cambio atraiga electores de centro.
Parece claro que mientras el PP no se renueve en Madrid no podrá plantearse un pacto con los nacionalistas en Galicia, a pesar de que son cada vez más los dirigentes populares que ven en los hombres de Quintana sus aliados de futuro. El trasnochado discurso de Ángel Acebes y Eduardo Zaplana dificulta las intenciones de dirigentes como Esperanza Aguirre o el propio Núñez Feijóo, en este caso avalado por Rajoy, pero las voces de Aznar en el PP ya empiezan a tener los días contados. Por dos razones: si el PP gana las generales de marzo necesitará entenderse con los nacionalistas, con lo cual Acebes y Zaplana no podrán mantener sus discursos apocalípticos, y si el PP pierde, deberá renovarse sobre bases muy distintas a las actuales.
Visto desde el BNG, sucede algo parecido. Anxo Quintana mal puede plantearse pactar con un partido que oficialmente no respeta que Galicia sea una nación y que, además, ataca la normalización del gallego. Pero si estas piedras desapareciesen del camino que separa a Quintana de Feijóo, seguramente con la mediación de políticos como Xesús Palmou, el futuro ya no estaría tan escrito como pudiera parecer que lo está a día de hoy.
PP y BNG son plenamente conscientes de esta situación y por eso se siguen haciendo guiños ante la mirada cada vez menos alegre del PSOE. Los socialistas ven en los nacionalistas un mal necesario al que pretenden ir reduciendo a base de mostrarse aparentemente comprensivos. Los populares, en cambio, van tan de cara que retroalimentan el nacionalismo. El caso más claro fue la política de Aznar, gracias a la cual se disparó no sólo el nacionalismo sino el independentismo de Esquerra en Cataluña.
¿Complementariedades? Las hay, y máxime en Galicia, donde el nacionalismo tiene una base de izquierdas a la que el PP jamás llegará. Por el contrario, al BNG de Quintana le va bien ir aproximándose a un electorado de centro que también pueda sentirse galleguista. En Galicia ya hay gente -y muy influyente- que empieza a valorar al BNG como fuerza necesaria en clave de país.
Los hombres de Quintana ya no son los rapaces do non. Al contrario, su pragmatismo y honradez empiezan a encandilar a los empresarios, la gran asignatura pendiente del nacionalismo gallego, muy presente en cambio en ambientes culturales y profesionales.
El BNG ha demostrado que sabe gestionar la Administración más o menos igual que PP y PSOE, no se le conocen casos de corrupción y su defensa de los intereses de Galicia empieza a resultar rentable a las élites del país, hasta ahora acostumbradas a pactar con los de Madrid.
Mucha gente se sorprendería si conociera lo que realmente piensan algunos de los más importantes empresarios de Galicia, en su mayoría, por cierto, hechos a sí mismos, en apenas 25 o 30 años. El Partido Popular ha tenido que irse a la oposición para saberlo. En el PSOE quizá lo descubran antes. Por su propio interés. jlgomez@gyj.es
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