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Crónica:NO FUNCIONA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La acera es del primero que llega

Hace una semana dos lectores se presentaron en la redacción para comunicar que en una obra, a pocos metros de la sede de EL PAÍS, había sido instalado nada más ni nada menos que un váter móvil. Como suena. Al poco, llegó una agente de la Guardia Urbana y lo hizo retirar, pero allí estuvo, siendo usado, durante varias horas. Y es que adueñarse de la acera se ha convertido en lo más normal del mundo. Pasa con las aceras frente a talleres de motos: imposible pasar por ellas. Ni siquiera en el Eixample, donde son anchas, se libra el peatón de la invasión. Un ejemplo que la Guardia Urbana, al parecer, ignora y que al distrito que gobierna Assumta Escarp le trae sin cuidado: la situación que se da en la calle de París, entre Villarroel y Casanova, lado montaña. Hay veces en las que las motos están hasta en triple fila.

En la misma calle, también en el distrito del Eixample, está la obra de la manzana Bayer, junto a Rocafort, explica E. M., sufrida vecina. El 5 de junio hubo allí un deslizamiento de tierras que dejó a los ciudadanos sin un tramo de calle durante semanas. Desde entonces, la constructora se ha quedado con toda la acera. Ha colocado un cartel en el que, eso sí, educadamente, ordena al peatón que cambie de lado. Que el peatón tenga la movilidad reducida, sea ciego o lleve un carrito o una maleta, no importa.

El distrito del Eixample no tiene explicación. Quizá, sugiere un portavoz, la empresa tiene permiso. ¿Lo tiene o no lo tiene? Las señales no están homologadas. Nadie tiene la obligación de respetarlo. Pero igual le cae encima un pedrusco. A saber por qué el Ayuntamiento lo permite. Si el consistorio no lo sabe, el peatón, menos.

Poner un váter, o una valla, o medio centenar de motos son formas de apropiarse del espacio público para uso privado. La Guardia Urbana dice que persigue a los autores de estos hechos. En lo que va de año ha puesto 514 multas por aparcar en aceras de entre tres y seis metros. Sólo en una semana en la calle de París hubiera puesto más. Los motoristas aducen que son un bien para la humanidad. Más lo serían si aparcaran donde deben y dejaran las aceras para los peatones. Eso sin tener en cuenta que la última moda ya no es aparcar, sino dirigirse al aparcamiento prohibido circulando por la acera. Es decir, la acera es del primero que llega, salvo que sea un peatón. En ese caso llega alguien y lo echa para poner un váter o una valla o medio centenar de motos. Y siempre habrá quien lo haga. Lo más incomprensible es que el consistorio lo consienta. Eso sí, como piensa E. M., no lo alienta.

Para quejas sobre las administraciones o empresa públicas, pueden dirigirse a catalunya@elpais.es, a la atención de Francesc Arroyo.

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