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Leo Hurwicz, el pionero

Andreu Mas-Colell

Parecía que ya no iba a ocurrir. Los admiradores de Hurwicz y de su contribución al pensamiento económico ya pensábamos que su trayectoria y la del Premio Nobel no se cruzarían. Pero, para crédito del mismo, se han cruzado. Como tantos distinguidos con el premio Nobel, Leo Hurwicz es europeo. De ascendencia judía y escapado de la Europa nazi hacia Estados Unidos a finales de los años treinta.

Se formó como economista en la Cowles Foundation, primero en la Universidad de Chicago y después en la Universidad de Yale. En Chicago fue un joven asistente de Oskar Lange, otro emigrado polaco que en aquellos tiempos participaba muy activamente en el llamado debate sobre el socialismo.

Fue precisamente del fermento intelectual de aquellos años, en que la esencia misma de cómo debía organizarse la economía estaba en cuestión y era objeto continuo de debate, que se fraguó el interés de Hurwicz por lo que sería la pasión intelectual de su vida: una reflexión profunda sobre los mecanismos económicos para la asignación de recursos y la toma de decisiones.

Hurwicz plantea el problema económico no como el análisis de instituciones dadas sino como el diseño de aquellas que cumplan necesidades especificadas

En sus inicios, Hurwicz participó en la consolidación teórica de temas clásicos o emergentes: así, sobre la dualidad pesimismo-optimismo como componente de la teoría de la decisión, o sobre la muy nueva teoría de los juegos, o sobre el análisis del funcionamiento de los mercados y, en particular, de su estabilidad. Ahí explotó metodologías de programación matemática muy nuevas en su tiempo. En esta etapa inicial colabora intensamente con Kenneth Arrow, también galardonado con el premio Nobel años atrás.

La madurez de Leo Hurwicz emerge con un artículo de enorme relevancia publicado en 1959 y dedicado a la definición de los temas fundamentales de la teoría del diseño de mecanismos. Para empezar, Hurwicz plantea el problema económico no como el análisis o la formalización de instituciones dadas sino como el diseño de instituciones que cumplan necesidades especificadas y que tengan propiedades deseables. Por supuesto, el mercado es un mecanismo importante pero es un mecanismo que en la perspectiva de esta contribución debe tener, para ser validado, una justificación a partir de propiedades más fundamentales.

No olvidemos que el clima intelectual de aquellos años era de intenso debate, sino disputa, entre el mercado y la planificación o, más bien, sobre el grado óptimo de planificación. La línea analítica de Hurwicz en aquella primera etapa de desarrollo de la teoría de los mecanismos puso énfasis en los temas informacionales.

Los mecanismos económicos deben recoger y capturar información acerca de la realidad para la asignación de recursos. Para ello, la captación de información es fundamental, pero en esa realidad, la información está dispersa.

A partir de esta constatación, los mecanismos que Hurwicz postula, y en particular su análisis de los mercados competitivos, parten del deseo y de la necesidad de economizar los intercambios de información para llegar a buenos resultados económicos.

A finales de los años sesenta, Hurwicz fue el iniciador de lo que podríamos llamar una segunda ola en el desarrollo de la teoría de mecanismos. Fue él quien insistió en que cualquier mecanismo induce comportamientos de adaptación por parte de los participantes en el mismo. Es decir, estos mecanismos que, en principio, coordinan la actividad económica no lo harán muy bien si no inducen el comportamiento adecuado, es decir, si no generan incentivos alineados. De ahí surge la confluencia entre la teoría de mecanismos y la teoría de los juegos. A partir de estas contribuciones de Hurwicz, el diseño de mecanismos económicos de todo tipo (subastas, entre otros) reconoce, por ejemplo, que el comportamiento de sus participantes debe tener en cuenta estos efectos. De ahí que surgen, incidentalmente, los trabajos de Maskin y Mayerson, los economistas más jóvenes que Hurwicz, que le han acompañado en la distinción Nobel de este año y que han hecho sentir su trabajo y su impacto precisamente en este aspecto.

En España, donde dispone de un doctorado honoris causa por la Universidad Autónoma de Barcelona, Hurwicz es una figura muy querida. Desde finales de los años sesenta ha habido toda una generación de estudiantes españoles que han realizado sus estudios doctorales de economía en la Universidad de Minnesota. Para ellos, para mí mismo, fue un descubrimiento encontrarnos al europeo Leo Hurwicz en el medio oeste americano.

Y también fue una gran inspiración intelectual. La lista de españoles a quienes dirigió su tesis doctoral es considerable: Paulina Beato, Xavier Calsamiglia, Carlos Escribano, Josep Oliu, José Trujillo, Fernando Vega... y su influencia sobre muchos otros, incluido yo mismo, fue muy grande.

Permítanme una anécdota personal: mi carrera investigadora se aceleró porque en mi primer año en Minnesota sabía que Hurwicz se marchaba a Harvard a final de curso (volvió al cabo de dos). Así que me lancé a seguir los cursos avanzados que estaba impartiendo y, de hecho, mi primera investigación (sobre estabilidad de mecanismos y no publicada) fue producto de esta interacción con él. Realmente, Hurwicz era, es, un gran maestro.

Andreu Mas-Colell es catedrático de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

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