Quizá una esperanza
Este patio de barrio obrero, el Poble Sec, es lugar quieto y noble. Está en la calle de Blai, muy cerca del Paral.lel y de las viejas fuentes donde las canciones de Serrat convocaban a las palomas, los perros y las almas perdidas del barrio. La calle, junto a las fuentes que han ido desapareciendo, abundó antes en tabernas donde los obreros de los años treinta proclamaban cada tarde la república y donde hoy los inmigrantes piden un cuscús o hablan de lo sucedido en las calles de Bogotá. En las viejas tabernas los inmigrantes ya son mayoría, pero los veladores republicanos tienen memoria, y aun a veces parece como si guardaran el sitio a los clientes muertos y les sirvieran una copa de silencio.
Pero estábamos en que el patio es sitio noble, y además resume la historia del barrio. Se hallan ustedes ante la biblioteca Francesc Boix, que no fue escritor, sino fotógrafo que convocaba a las palomas y los niños, y además conocía las fuentes. Francesc Boix, apenas un muchacho, fue llevado a Auschwitz y desde aquel momento los veladores le reservaron piadosamente un sitio entre los muertos. Pero el muchacho sobrevivió, y no sólo eso, sino que increíblemente logró fotografiar las entrañas del horror, los hornos, las alambradas y las caras de los verdugos que jamás habían visto una paloma. Sus fotos fueron prueba decisiva en el juicio de Núremberg, y desde entonces la biblioteca guarda su nombre, y los obreros que ya no están le aplauden y siguen proclamando repúblicas que ya están por encima del tiempo.
El patio resume la historia del barrio porque primero fue centro católico de la iglesia de Santa Madrona, que está encima mismo, luego centro revolucionario, más tarde entidad falangista e imperial, y hoy biblioteca donde cada uno puede buscar el camino de su pensamiento, que es el camino de su libertad. El patio recuerda las viejas canciones y guarda la memoria de las horas, pero no se lo dice a nadie.
Hubo un domingo, el del 19 de julio de 1936, que había de ser glorioso, aunque eso ya sólo se comenta en los ateneos, las residencias de la tercera edad y los pisos de renta antigua. Desde la torre de la iglesia de Santa Madrona dispararon contra el pueblo, aunque no está probado que fueran los curas, y la primera consecuencia fue la pérdida de su tierra sagrada. El centro libertario duró poco, porque otra tarde de la que ya nadie habla, el 26 de enero de 1939, la bandera rojinegra de la FAI fue sustituida por otra bandera rojinegra, la de la Falange imperial, que buscaba caminos y estandartes para volver a descubrir América. Mira por dónde, son hoy los americanos los que han colonizado el barrio y lo dominan, aunque por ahora no usan ninguna bandera.
Los años han devuelto a este patio su paz, sus horas perdidas y su mirada de joven obrera que poco a poco se ha hecho conservadora. La biblioteca del Poble Sec tiene en sus libros, como todas, la llave del porvenir, pero también es -y a mucha honra- el panteón de todos los sueños del barrio. Hoy los inmigrantes, que han traído otros sueños, la miran sin conocer su historia, pero la suerte querrá que se integren y lleguen a conocer sus libros. Y se unan así, sin saberlo, a los que leían en los viejos cafés del barrio. Adivinarán su memoria y con la mirada les guardarán un asiento.
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