El chico malo
El año 2007 no ha sido fácil para Fernando Alonso. Ni en la pista ni ante las cámaras. En la prensa alemana, dominada por Bild, un periódico amarillo que vende cuatro millones de copias cada día, la temporada ha sido fatal para la imagen de Alonso. En el mundo primitivo de Bild hay papeles como en una telenovela: Hamilton es el chico bueno y Alonso el chico malo. La gente quiere ver a la nueva estrella emergente Hamilton y no entiende el comportamiento del campeón mundial, Alonso.
Personalmente, siempre he entendido muy bien las reacciones emocionales de Fernando Alonso. En Monza 2006, cuando le pusieron una multa de diez posiciones en la parrilla, supuestamente por molestar a Felipe Massa en la crono, le di la razón: la F-1 dejaba de ser un deporte. En mis siete años siguiendo la competición no había visto una situación tan injusta. Caminando por la parrilla, todavía muy decepcionado, le dije a Fernando: "Dales la respuesta deportiva en la pista".
Fernando es una persona transparente y, por eso mismo, muy humana. Después de una carrera mala, como en Mónaco 2005, cerró el gran premio con una sonrisa en la cara. No era una sonrisa de alegría, sino circunstancial, como la que utiliza un empleado en la sección de servicio al cliente de El Corte Inglés después de recibir una reclamación. Este gesto era suficiente para saber que en su fuero interno estaba furioso. Era una forma de autodefensa.
Pero desde el Gran Premio de China 2006 empezaron a cambiar las cosas. Fernando dijo entonces que su equipo no le había ayudado. Y que se sentía solo en Renault. Allí comenzó una nueva dinámica de enfrentar las cosas desde la autoridad que da ya el primer título mundial. Quizás era necesario para culminar su desarrollo como piloto. Para ser campeón hay que usar todas las armas que uno tiene. Así lo han hecho todos. En el equipo que fue su escuela probablemente tenía que demostrar que ya no era un niño inocente, sino un piloto adulto.
En Valencia, en enero de 2007, cuando presentó su nuevo McLaren Mercedes, Fernando Alonso pareció haber cambiado su papel de príncipe por el de rey. Vestía de forma elegante y se había cortado el pelo. Y sonreía. Se le veía feliz. En su mundo todo estaba en orden. El equipo le adoraba por su comportamiento amigable y por sus amables palabras en su primera visita al Centro Tecnológico de Woking.
Pero en la primera carrera, en Australia, comenzó la pesadilla. Lewis Hamilton comenzó a ser la gran sorpresa y luego se convirtió en uno de los candidatos para el campeonato. Y eso dio un vuelco espectacular a la dinámica interna del equipo McLaren: las simpatías, los sueños de Ron Dennis y, sobre todo, el clima ya no eran lo mismo para Fernando Alonso.
El asturiano se siente maltratado por Ron Dennis. ¿Con razón? Probablemente. Está claro que Dennis prefiere a Hamilton como campeón del mundo. Porque eso demostraría que no sólo es capaz de fabricar los mejores coches de fórmula 1, sino también de descubrir a un piloto a los 13 años y prepararlo hasta conseguir el título mundial con él.
La reacción de Alonso, hablando mal de su equipo y su jefe, es comprensible. Pero no es muy inteligente, sobre todo para su propio futuro. La imagen de piloto conflictivo le va a acompañar durante toda su carrera. Incluso con el paso de los años, cuando ya quede lejos la pesadilla que ha vivido con McLaren.
Juha Päätalo es un periodista finlandés que vive en Múnich y escribe para varios diarios alemanes, entre ellos la edición alemana de Financial Times.
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