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Reportaje:25 Aniversario de la 'pantanada'

El 'Devastador' aún tiene garra

Los planes de control de las riadas del río Júcar y sus afluentes se han ejecutado sólo a medias

Sara Velert

El río Júcar ha sido históricamente fuente de riqueza. Agrícola, paisajística, cultural. Esa es su cara amable, en la que fluye tranquilo. Pero tiene otra. La que mostró en 1571, en 1864, o el 20 de octubre de 1982, cuando intensas lluvias cebaron su caudal y el de sus afluentes hasta lanzar sobre la llanura de La Ribera una riada de dimensiones catastróficas que dejó un rastro de muerte y desolación a su paso. El Devastador, su nombre en árabe, se llevó por delante la presa de Tous, una barrera que no resistió su envite. Las compuertas no se abrieron y la rotura agravó la tragedia.

Veinticinco años después de la pantanada, el Júcar ha perdido su poder más devastador, pero no está domesticado. A pesar del uso intensivo de sus aguas, de las sequías y la contaminación, aún es como un animal con garra, con capacidad de dar zarpazos muy dañinos cuando crecen con la gota fría los caudales de su cuenca. Reducir su potencial destructor ha sido el objetivo de muchos planes que sólo se han ejecutado a medias.

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El primer plan de defensa contra las avenidas llegó tarde para proteger a La Ribera en 1987, cuando otra riada golpeó a sus habitantes. Se declararon entonces de urgencia tres presas para empezar a controlar al Júcar en las cadenas montañosas a unos 35 kilómetros de la costa. La nueva presa de Tous incrementó sensiblemente su capacidad de laminar avenidas, pero no era suficiente. El Gobierno, a través de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), construyó por ello otras dos barreras: aguas arriba la presa de Escalona, en el afluente del mismo nombre, que consigue que el caudal llegue retardado a Tous; y la presa de Bellús, una rienda al Albaida cuando se desboca. Terminadas estas últimas a principios de los noventa, y con Tous operativa desde 1996, el trío de presas ha disminuido notablemente el riesgo de inundación. La CHJ ha destacado, con ocasión de la riada en La Marina, su "buen comportamiento", que ha evitado males mayores.

Aún así, la preocupación aflora en La Ribera cuando la lluvia cala la ropa, como en Carcaixent, donde muchos vecinos sacaron la semana pasada sus coches del casco urbano ante el aviso de que Bellús soltaría agua, aunque fuera poca. "La gente está hipersensibilizada. Con lluvias fuertes siempre tenemos problemas", afirma Ino Signes, concejal de Medio Ambiente. Alzira vive rodeada de un centenar de barrancos, y aunque "el riesgo hoy es muchísimo menor", quedan asuntos pendientes, indica la concejal Carolina Lillo. También en Polinyà del Xúquer esperan obras en el barranco de la Murta, según su alcalde, Vicent Navarro.

No en vano, el primer plan contra avenidas se estancó en las grandes infraestructuras y algunos encauzamientos, como los del Albaida y Magro en su confluencia con el Júcar. La protección de las poblaciones, con su maraña de barrancos y afluentes, no quedó asegurada. Así, otro plan reiteró la necesidad de levantar tres presas de laminación más y de actuar de manera decidida sobre los cauces del llano. El avance se presentó en 1999 y lo retomó el Gobierno del PP, con la previsión de terminarlo en 2005. Las actuaciones apenas avanzaron.

El nuevo plan global contra las inundaciones del Júcar, al que el Gobierno actual ha dado un impulso, fija el horizonte entre 2010 y 2013. Mantiene las tres presas: la de Estubeny para amansar al Sellent; Montesa, de control del río Cànyoles, y la del Marquesado, que pondrá coto al Magro. Tres ríos de aguas torrenciales que con una gota fría descargan sobre el Júcar. Para las dos primeras, la CHJ prevé tener los estudios de viabilidad a finales de año. La tercera, en manos de la empresa estatal Acuamed, está más retrasada.

Ésta es sólo una pata del plan, que la CHJ presentó en 2006 en La Ribera con el compromiso de que protegerá a 300.000 personas. El programa, con un coste de 338 millones de euros (Acuamed aparte), aborda con una "nueva filosofía" el acondicionamiento de los ríos, explica José López Garaulet, jefe del área de Actuaciones Especiales en Cauces. Tradicionalmente los cauces en llanos suelen tener el fondo más alto que los terrenos colindantes por la sedimentación acumulada ante la escasa velocidad del agua, explica este experto. Para evitar desbordamientos, se construyen motas de defensa. Ahora se trabajará sobre el cauce -entre Carcaixent y la autopista AP-7- para darle velocidad donde la necesita y ampliando el lecho en lugares que exigen un paso lento. También se actuará sobre los barrancos de Barxeta, Casella y Murta, y se mejorará el drenaje del marjal sur del Júcar, en el tramo bajo del río. Estos proyectos están en redacción.

El plan pretende conseguir así que el Júcar "esté lo mejor dispuesto para recibir los drenajes de los barrancos" y recuperarlo de forma que "se integre el medio con el río, y no el río con el medio". Por eso tendrá un papel destacado la restauración de la vegetación de ribera y la restauración hidrológico forestal. La capacidad de desagüe aumentará un 100%.

La Generalitat, por su parte, aprobó en 2002 el Patricova. El director general del Agua, José María Benlliure, explica el plan identifica las zonas inundables y los posibles daños. Con la normativa de ordenación del territorio, "cualquier actuación urbanística" en zona de riesgo exige un informe positivo. La Generalitat tiene obras pendientes de encauzamiento en suelo urbano por unos 100 millones de euros. Benlliure afirma que no se pueden adelantar mientras la CHJ no ejecute su parte. La coordinación es esencial para que la mejora en un punto no derive en un problema aguas abajo, destaca. La cuenca del Júcar aún puede hacer daño.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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