Belleza artística
La naturaleza no es ni bella ni fea, sus elementos, generalmente irregulares, tortuosos, impredecibles y aterradores, sin embargo, pueden llegar a ser bellos por medio del arte. Lo bello se inocula en las formas de la naturaleza a través de la sensibilidad del ojo y la mano del artista que escoge, aísla, interpreta y convierte en depuradas formas esos elementos que son compuestos como obras de arte, como imágenes culturales, es decir, domesticadas de la naturaleza. El trabajo de Jan Hendrix (Maasbree, Holanda, 1949) consiste precisamente en eso, en generar bellas imágenes de la naturaleza. Su obra se basa en la recreación de formas vegetales que dibuja y reproduce con medios plásticos muy diversos y ricos.
JAN HENDRIX
Galería La Caja Negra
Fernando VI, 17. Madrid
Hasta el 5 de noviembre
La belleza de estas obras no radica en el hecho de que reproducen elementos y formas naturales sino en los tratamientos plásticos que el artista utiliza. Por medio de su sensibilidad estética analiza las formas y las reordena para configurar obras que, separadas de los elementos y fenómenos que las inspiraron, cobran autonomía como productos del espíritu creador y se alejan de la casualidad que domina en los procesos naturales. Cada elemento natural, la estructura de una hoja, la arcilla craquelada por la sequía, el enramado de un árbol o los zarcillos de una planta trepadora, son motivos que, a pesar de su sencillez o precisamente por ella, atraen la atención de Jan Hendrix y le inducen a generar un tipo de grafismo, de gesto plástico expresivo, que, después de ser reelaborado, cobrará materialidad. Las piezas que ahora presenta muestran la vitalidad y belleza de esos gestos tras ser tallados en planchas de metal sobre las que se han recortado siluetas de ramas y hojas de plantas trepadoras. Esas planchas, de rígida chapa, han sido lacadas en tonos oscuros, presentándose colgadas de la pared y, en ocasiones, superpuestas de dos en dos, de manera que ofrecen la apariencia de una exuberante enredadera que se teje sobre sí misma y con las sobras que arroja sobre la pared.
El utilizar chapa metálica y el servirse de procedimientos de corte asistido por ordenador para tallar las rígidas superficies no sólo no supone una contradicción, frente a los livianos papeles de arroz expuestos anteriormente, sino que son consecuencia directa de ellos. Efectivamente, las actuales planchas logran mantener, dado el nivel de caldo de sus superficies, la sensación etérea y liviana de lo que flota en la pared, efecto que queda acentuando por el color saturado y brillante de la laca. De esta manera, estas últimas obras recrean la poética de lo natural a la vez que acentúan el valor de lo artístico.
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