La penúltima víctima de la Mafia
Se suicida el arrepentido que denunció a los asesinos del vicepresidente de Calabria
Francesco Fortugno, vicepresidente del Consejo Regional de Calabria y médico de profesión, fue asesinado el 16 de octubre de 2005. Le dispararon en un colegio electoral de Locri, ante una urna. El homicidio fue considerado un ataque directo a las instituciones políticas y situó a la 'Ndrangheta, la mafia calabresa, en el centro de la atención pública. Locri se convirtió en símbolo de la Italia enferma. Bruno Piccolo, un mafioso arrepentido que denunció a los presuntos asesinos de Fortugno, se ahorcó anteayer, 15 de octubre, en la vivienda secreta donde le protegía la Dirección Antimafia. Entre ambas fechas, dos años, transcurre una historia de mafia.
El caso Fortugno sacudió Italia. Nació el espíritu de Locri, los estudiantes locales se manifestaron, los más altos dirigentes políticos visitaron la pequeña ciudad calabresa. Y volvió a hablarse de la 'Ndrangheta, un colectivo de organizaciones mafiosas que en otro tiempo, hasta 20 años atrás, se relacionaba con pastores brutales, secuestros insensatos y extorsiones violentas. La 'Ndrangheta, dirigida por una nueva generación, había tomado el control sobre el tráfico de cocaína y de armas y, contra todo pronóstico, había superado en riqueza y peligrosidad a la Camorra napolitana y a la Cosa Nostra siciliana.
El 'caso Fortugno' puede acabar con la condena de un simple matón a sueldo
Todas las sospechas recayeron de inmediato sobre la 'Ndrangheta. Y sobre los dos clanes, Cordí y Cataldo, que se disputaban el control de Locri. En marzo de 2006 fueron detenidas varias personas, entre ellas Vincenzo Cordí, de 49 años, considerado el autor intelectual del crimen, y Salvatore Ritorto, de 27 años, considerado el autor material. La policía ignoraba, sin embargo, los motivos del crimen.
Uno de los detenidos con Cordí y Ritorto era un joven llamado Bruno Piccolo, de 27 años, dueño de un bar. Piccolo se declaró dispuesto a colaborar con la justicia a cambio de protección, y pronunció un nombre: Alessandro Marcianó. De 55 años de edad y llamado Celentano, Marcianó era jefe de sala en el hospital de Locri. En ese mismo hospital trabajaban Fortugno, como médico de asistencia primaria, y su esposa, Maria Grazia Laganá, vicedirectora del centro y, además, parlamentaria del partido democristiano La Margarita (integrado hace unos días en el nuevo Partido Democrático). Marcianó fue detenido en junio de 2006 junto a su hijo Giuseppe, de 28 años, que acababa de cumplir una condena por tráfico de drogas y armas.
El arrepentido Piccolo dijo que el crimen se había gestado en su bar y que tras él había una cuestión política. Marcianó, hombre fuerte del hospital de Locri (la 'Ndrangheta cuida con mimo el negocio sanitario), siempre había apoyado electoralmente a la familia Laganá. Pero en las regionales de 2004 había cambiado de bando y había apoyado a otro médico democristiano, Domenico Crea, que no llegó a ser elegido. Eso había supuesto varias discusiones entre Marcianó y la esposa de Fortugno. Domenico Crea, se supone, recibía el respaldo de los Cordí. El asesinato de Fortugno le favoreció: era el siguiente de la lista y ocupó el puesto vacante en el Parlamento regional. El presidente de Calabria, Ignazio Loriero, pidió a Crea sin éxito que dimitiera.
Piccolo fue ocultado por la Dirección Antimafia en un apartamento cercano a Chieti, pero no dejó de recibir amenazas de muerte. Salvatore Marcianó se declaró inocente. Y empezó a abrirse paso una nueva versión de los hechos: el ejecutor material del asesinato, Salvatore Ritorto, había intentado extorsionar a Fortugno poco antes del crimen. Fortugno no había cedido, y había amenazado a Ritorto con denunciarle a la policía.
Conclusión: Ritorto habría actuado por razones personales. Sería, en ese caso, un crimen de poca monta, desvinculado de la 'Ndrangheta. Alessandro Marcianó insiste en su inocencia y en que Fortugno era "un hombre dignísimo". Piccolo se ha suicidado. El caso Fortugno, célebre desafío a las instituciones políticas, podría acabar con la condena de Salvatore Ritorto, un simple matón a sueldo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.