Los 12 de octubre
El 12 de octubre de 2001 debuté en la diabetes, y desde entonces no hay día en que no tenga que atravesar mi piel con una fina aguja de insulina. Recuerdo perfectamente aquel día; el olor de la sala de urgencias y los labios secos de deshidratación: "Eres diabética, señorita", aseguró la enfermera. No me sentí orgullosa, ni patriota, ni española, sino una pobre desgraciada más con las venas demasiado dulces.
Dos años después, un 12 de octubre, me senté en el sillón de Ángel y Teresa en Capileira. Mientras miraba al fuego empecé a escribir en un cuaderno, que horas antes me había comprado en alguno de los otros pueblos cercanos. Era un cuaderno azul, Made in Nepal, entonces fue cuando ocurrió: mis primeros versos, mi primer poema; y no me sentí española, no me sentí patriota, sólo alguien más con la necesidad de deshacerse del dolor que llevaba dentro.
El año pasado, en Niza, el 12 de octubre a la una de la tarde me enamoré de un loco, olvidé Nepal y la insulina y dejé que me hicieran daño. No era española, era extranjera, no era patriota, estaba triste. Otro año más con el corazón abierto.
Este 12 de octubre no sé qué habrá ocurrido, señor Rajoy, usted puede salir a la calle con banderas de colores, usted puede gritar cantos que a mí no me dicen nada. Yo habré celebrado la tristeza, el recuerdo, el exceso de azúcar, el azul de Niza, y los versos antiguos. No me diga lo que debo hacer con mi tiempo, señor Rajoy, el 12 de octubre usted tampoco habrá sido nadie.
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