Descargas en Internet
Las prestaciones cada vez más veloces de la banda ancha y la multiplicación de programas que permiten a los internautas el intercambio gratuito de archivos han disparado la descarga o consumo en línea de canciones y películas. En España, esta actividad es la cuarta en importancia que practican los internautas después de la navegación, el correo y la mensajería.
Todos deberíamos estar de acuerdo en que el autor tiene derecho a ser remunerado por su trabajo. Es más, la propiedad intelectual, a diferencia de otras, tiene la particularidad de caducar. Al cabo de unas decenas de años pasa a dominio público. En el mundo anglosajón no está admitido que un ciudadano saque una copia privada de una obra sujeta a derechos de autor. En España, como en muchos países europeos, está contemplada legalmente salvo en el caso del software. La condición que establece la ley es que se obtenga "sin ánimo de lucro". La disputa se centra en si el ánimo de lucro consiste en ganar dinero o, simplemente, en ahorrárselo. En 2006, una circular de la Fiscalía General del Estado estableció que el canje de canciones o películas en Internet no era un delito penal, salvo que se persiga ganar dinero. En el debate jurídico también se discute si el concepto de copia privada es aplicable al intercambio gratuito, ya que la ley protege esta copia cuando el "acceso" es legítimo.
Pero al margen de las querellas doctrinales, la realidad es que el intercambio de archivos es practicado por millones de ciudadanos. Es un hecho cultural y la herencia de una industria que ha querido perpetuar un modelo de negocio de periodos predigitales. Encima, el empleo de tecnologías para controlar las copias privadas ha generado rechazo. Los sistemas anticopia embebidos en discos y DVD están fracasando porque son vulnerables a los hackers e incomodan al comprador, que ve incomprensiblemente restringida la copia legítima.
En el mundo de la música, el precio y el tener que comprar una docena de temas en álbumes cuando sólo te interesan tres son las críticas principales de los consumidores. Los volúmenes de piezas descargadas gratuitamente desde Internet (132 millones de películas en un año y sólo en España) hacen pensar que son cifras muy superiores a las del consumo real. Con todo, un fenómeno de esta magnitud obliga a la industria a repensarse. En música, por ejemplo, se han multiplicado los conciertos en directo. Las modalidades de licencias para explotar obras con derechos deberán establecer nuevas fórmulas.
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