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Análisis:BALLET NACIONAL DE MARSELLA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mucho ruido y pocas nueces

Efectista, petulante, aburrido y bien bailado es La cité radieuse, el espectáculo que hasta hoy presenta en el Mercat de les Flors de Barcelona el Ballet Nacional de Marsella bajo la dirección de Frédéric Flamand. Con esta coreografía Flamand cierra la trilogía que sobre la danza y la arquitectura han marcado sus anteriores trabajos, que también se vieron en el Mercat, Metapolis en el que contó con la colaboración de la arquitecta iraní Zaha Hadi, y Silent Collisions, ésta nacida de la colaboración con el arquitecto californiano Thom Mayne, fundador del grupo Morphosis e inspirada en el libro de Italo Calvino Las ciudades invisibles.

Las tres son una metáfora sobre la ciudad del futuro y parte de un largo proyecto ideado por el coreógrafo sobre la danza y la arquitectura. Ninguna de las tres son piezas impactantes, a pesar del despliegue de medios escenográficos y visuales. Su estética maquillada de una refinada elegancia ahoga la sorpresa o el efecto novedoso para el espectador, que se relaja demasiado en su butaca ante un desarrollo plano. El público de danza está acostumbrado, desde hace años, a los espectáculos con proyecciones de vídeo y complejas escenografías y, a estas alturas, es difícil de impresionar. Contemplando en conjunto las tres obras de Flamand la más seductora y la que mejor transmite la angustia a la que somete al ciudadano de hoy los avances tecnológicos es Silent Collisions.

Canto al estrés

Para La cité radieuse Flamand ha contado con la colaboración de Dominique Perrault, arquitecto de la Biblioteca Nacional de Francia y del teatro Mariinsky 2 de San Petersburgo y que ha creado una escenografía a base de una malla metálica en la que se proyecta lo que ocurre en el escenario con una perspectiva desde lo alto y que en ocasiones, esta malla se convierte en los pequeños espacios donde transcurre la vida de los bailarines. Resulta una alusión a las colmenas arquitectónicas que dominan las ciudades modernas.

La cité radieuse es un canto a la individualidad, a la prisa, al estrés, al poco espacio para vivir con una pincelada utópica en recuerdo a la Ciutat Radiant diseñada por Le Corbusier.

En cuanto a la coreografía, al igual que en los dos espectáculos anteriores, Flamand y sus bailarines crean un baile trepidante, de gesto enérgico y rápido. Salto, caída y giro se vuelve obsesivo en las frases coreográficas. Es un vocabulario gestual reducido en que el director ha contado con la improvisación de cada bailarín, lo que no da una línea de estilo al grupo. El trabajo individual tiene más fuerza que el coral.

Un fragmento mágico es cuando los intérpretes bailan la canción de Nat King Cole Perfidia. El vestuario, a base de los colores del parchís y con un diseño sencillo, no imprime modernidad a la obra, sino al contrario, recuerda los espectáculos de danza contemporánea de principio de la década de 1980.

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