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Columna
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La potencia del amor incestuoso

Después de interminables semanas soportando la tabarra del matrimonio entre Borja Thyssen y Blanca Cuesta, embarazada de seis meses y despechada por la baronesa, pero en suma sin el menor punto sexy, ha estallado lo que ¡Hola! ha acertado en calificar como "el romance más sonado del año". ¿Qué elementos componen, no obstante, esta relación entre Penélope Cruz y Javier Bardem para conferirle tanta potencia, mediática y erótica?

En primer lugar, uno y otro, han sido personajes promiscuos. Reglamentariamente promiscuos como corresponde a su nivel hormonal, su vistosidad y su sector profesional. La diferencia, sin embargo, entre una y otra aventura y la presente, radica en que si las demás se desarrollaron, por parte de Penélope, especialmente, con personajes extranjeros, esta vez, pudiendo escoger entre un infinito catálogo de galanes belgas, rusos, australianos o norteamericanos, ha preferido la tórrida caracteriología de un verdadero paisano. Y, recíprocamente.

Lo que ha sucedido ahora cristaliza, por tanto, un peculiar coito entre estrellas que raramente volverá a tener lugar. Porque al mundo del sexo, tras sus muchas y sucesivas liberaciones, sólo le queda en pie un tabú: el incesto. Y de esto participa la extraordinaria morbosidad que envuelve al acontecimiento.

No sólo uno y otro han regresado al interior de la tribu, sino que lo hacen reanudando un entrañamiento casi adolescente -días de Jamón, jamón- que evoca los tiempos de una crianza en común. Todo regreso amoroso introduce, por sí mismo, un interés adicional a los encuentros, pero si se cumple, además, a despecho de las mil opciones y tentaciones que les propiciaba su actual gran momento de éxito hace sospechar que entre ellos cunde una atracción tan radical, invencible y aplazada como asociable a la voz de la sangre.

Siendo así y para que el suceso conserve sus radiaciones será indispensable que no se desarrolle demasiado ni dure mucho. El pecado luce tanto más y parece formidable cuanto más súbito, sorprendente y fulgurante es. Esta relación, en consecuencia, para ser perfecta, debe terminar cuanto antes. Un par de secuencias más a partir de las Maldivas para dejar enseguida tras de sí la humeante estela de azufre que ahora, con su vaharada de lujuria, conturba a la comunidad nacional.

Seguiremos hablando de Rajoy, las banderas, los patriotismos, la memoria histórica o la lucha contra el terrorismo, pero la imaginación vuela hacia esas zonas de la historia sexual entre Cruz y Bardem, Bardem y Cruz, como si sólo un milagro, una serendipity, la realización de un mito, acaso, hubieran sido capaces de diseñar esta cópula espectacular.

Muchos entrenadores de fútbol son importantes por la especial finura con la que componen las alienaciones y el tino con que deciden los cambios durante el encuentro. Este encuentro mismo es, a su vez, la obra de una inteligencia o un instinto combinatorio de calidad extraordinaria. Efectivamente, su fórmula comporta su desintegración a breve plazo, pero de este modo se conciben hoy la mayoría de las obras de arte, las joint ventures, y todas las noticias que valen la pena.

Cuando el país bostezaba saciado de políticos infames y retóricas insufribles, el anillo de estos dos grandes actores muestra dónde se encuentra la escena auténtica de la representación y los factores que admiran y animan al público.Nada interesa tanto como las sorpresas. Nada merece mayor atención que los bordes del abismo, nada gana con mejor facilidad una primera página que lo nunca visto.

Ni la repetición de los novios de Terelu Campos, ni las carcelarias sesiones de la Pantoja, ni los continuados vaivenes de los Alba, los Thyssen o la realeza, podrían llevar a ningún resultado sobresaliente. Ahora se ve con la mayor claridad que las revistas y los programas del corazón dormitaban pesadamente entre asuntos diocesanos antes de estallar este prodigio de incestuoso amor entre selectos hijos de la patria.

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