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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mario Luzi, un río en el desierto

Para crear el paraíso hay que partir del desierto. El habitante del desierto, el autor de la parábola, el constructor en la nada: ése quiso ser el poeta florentino Mario Luzi (1914-2005). Y ¿para qué el poema? En uno de los escritos recogidos en Ensayos críticos sobre literatura escribe: "La poesía, inmersa en el tiempo, trabaja para arrancar a las imágenes del tiempo su temporalidad". De aspecto tan ascético como su obra, Luzi es uno de tantos nombres fundamentales que la poesía italiana ha aportado en el siglo XX.

Traductor de Racine y Shakespeare, es uno de los fundadores del hermetismo: sus primeros libros (La barca, su estreno en 1935) aparecen cuando frecuenta la compañía de otros jóvenes poetas de la escuela hermética (Bigongiari, Bo, Parronchi...) y de Oreste Macrì, que además de hispanista corresponsal de Guillén fue uno de los principales críticos del movimiento. En el mítico café Giubbe Rosse se encuentra con Montale, Gatto, Palazzeschi, Landolfi, Vittorini... Ya entonces Bo se refiere a Luzi como "figura ejemplar": Luzi, que andados los años sería nombrado senador vitalicio, fue reconocido muy tempranamente. Tras la caída del fascismo intenta enviar a La Nazione un manifiesto liberal-socialista junto a otros intelectuales, pero la policía de Badoglio se lo impide.

PRIMICIAS DEL DESIERTO

Mario Luzi. Traducción y

prólogo de Coral García

Hiperión Madrid, 2007

116 páginas. 11 euros

AUTORITRATTO

Mario Luzi

Garzanti. Milán, 2007

470 páginas. 33,15 euros

ENSAYOS CRÍTICOS SOBRE LITERATURA

Mario Luzi.Traducción de Pedro Luis Ladrón de Guevara

Eunsa. Pamplona, 2007

430 páginas. 25 euros

Primicias del desierto es quizás su título más emblemático. La imagen del desierto que Luzi lleva al título no es casual: decidido a escribir con hondura espiritual y filosófica, necesita un espacio vacío en el que construir su mundo con absoluta libertad. Ese mundo en el que fluirá su pensamiento (el río, el fluir, son habituales en su poesía) encuentra cobijo primero en la imagen del desierto, un desierto que irá poblando con el resultado de su indagación. "Pero he aquí la lluviosa noche originaria, / cuando por las nubes bajas / un viento fino -acepta el ofrecimiento- / recorre la primavera... / vagan voces rotas, perros alicaídos, / señales que nadie percibe, / presagios que se apagan en el vacío. / Y un silbido no sé qué dice, / ronco entre tus manos disecadas / donde la sangre no arde ni desespera". Luzi publica Primicias del desierto en 1952, apenas siete años después de la caída del régimen fascista. Su poesía es independiente del devenir histórico y político, aunque deje huella en sus textos, por más que sea en esa necesidad de alejamiento absoluto de la realidad que hay en cada verso de Mario Luzi.

Autoritratto, volumen recopi

latorio editado ahora de forma póstuma, es su testamento, al que se dedicó casi hasta su muerte: en él recoge, con el añadido de inéditos, lo fundamental de su obra poética y dramática. Parte de un simbolismo de raíz cristiana y católica practicante: por encargo de Juan Pablo II escribió en 1999 un texto que fue leído en el Vía Crucis de Semana Santa y a su muerte el Papa le dedicó un poema ("Padre mío, me he encariñado con la tierra más de lo que hubiera creído", comienza, palabras puestas en boca del pontífice polaco). Después asume influencias surrealistas y románticas, inventando un mundo de apariencia irreal, pero verosímil. El hermetismo es sólo la primera fase de una obra muy compleja. No es que Luzi abandone esa primera fe, sino que la ahonda y expande. Ya está presente en su obra entonces lo que el poeta y crítico Franco Fortini ha definido como "certeza de la esencia espiritual del universo". En una entrevista con Doriano Fasoli afirmaba Luzi: "El punto de partida de un poema es algo que viene de lo más hondo, como el epicentro de un pequeño terremoto, como una ola que sube a la superficie llevando consigo cosas que ya habían sedimentado, que ya habían sido asimiladas por la sensibilidad y la consciencia, que ya no se hacían notar". Esto le lleva a recoger la herencia de Mallarmé y limpiar sus poemas de cualquier referencia a la historia y a la realidad circundante. Siempre hay, con todo, un motor de inquietud en su obra, y una dualidad conflictiva entre un yo que busca lo sublime y lo que la vida terrena le propone. Los momentos más altos llegan con el comentado Primizie del deserto (1952), Onore del vero (1957), Dal fondo delle campagne (1965) y Su fondamenti invisibili (1971). El prosaísmo de los libros últimos se abre a los paisajes exóticos y a los recuerdos de adolescencia: al final, los habitantes del desierto no vienen de fuera, estaban ahí, aunque fuera escondidos.

El poeta Mario Luzi visto por Tullio Pericoli.
El poeta Mario Luzi visto por Tullio Pericoli.

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