Crónicas de amor cortesano
Allá por 1151, la duquesa Leonor de Aquitania fundó las llamadas Cortes de Amor, unos tribunales en los que se dirimían asuntos de infidelidades, insatisfacciones amatorias y demás litigios relacionados con el corazón. Leonor, que llegaría a ser reina de Francia e Inglaterra tras sus sucesivos matrimonios con Luis VII y Enrique II, estableció incluso un código con las reglas y mandamientos al respecto, entre ellas algunas como "quien no es celoso no puede amar" o "al morir uno de los amantes, el que sobrevive esperará dos años". Ahora, una formación de folclore castellano-manchego, Espliego, se ha propuesto recuperar las historias de tan singular empresa con Cortes de amor (Factoría Autor), un disco que traduce y pone música a algunos de los cantos con los que los juglares y trovadores provenzales explicaban la normativa de aquel tribunal de los amores.
Hasta diez músicos dan forma a Espliego, un grupo promovido por los cantautores Pedro Chaparro y José Ignacio Cordero que lleva en activo desde 1999. Y aunque sus andanzas musicales aún no habían alcanzado gran difusión, lo cierto es que Cortes de amor constituye su quinto trabajo y afianza una vocación temática y ambiciosa ya presente en obras anteriores, sobre todo Nunca fuera caballero (2005), consagrada a las canciones de El Quijote. Para esta nueva aventura tampoco se han escatimado esfuerzos en la búsqueda de cómplices de una u otra condición. El caso más significativo es el del poeta y premio Nacional de Literatura Agustín García Calvo, que ha traducido y adaptado del provenzal antiguo dos de los poemas ahora musicalizados. El ácrata literato, genio y figura, sólo accedió a establecer contacto con el grupo a través de correspondencia ordinaria: nada de "ingenios tecnológicos" como el teléfono o correos electrónicos. Por lo demás, la banda manchega se beneficia de colaboraciones como las de Amancio Prada, Maite Dono o el segoviano Ismael, que frecuenta bien poco los estudios de grabación. También se incluye una magnífica aportación de Suburbano (Versos haré), junto al acordeonista Javier Palancar (La Bruja Gata), y otra contribución mucho más sorprendente, la del grupo granadino de country-pop La Guardia, que se atreve con El ruiseñor salvaje.
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