Ostentación
De unos años a esta parte asisto atónito a la proliferación de coches caros en mi barrio, en mi ciudad, en mi Comunidad, en mi país (¿han notado que sólo va con mayúsculas la Comunidad? Pero no desviemos la atención...). Resulta que una mañana uno ve un BMW muy resultón y llamativo y... esa misma tarde, acaso porque ya se ha fijado, ve uno tres o cuatro coches de ese modelo sin salir del barrio. Lo mismo podemos decir de otros coches igualmente caros (al menos para un profesor de secundaria). Un Audi por aquí, un Volkswagen por allá o un Mercedes por acullá; un todoterreno, un monovolumen enorme, un pick-up, descapotables de todos los tamaños...
Añadamos a este hecho otro no menos notorio y que explica el anterior, en buena parte. Ocurre que, habiendo puesto en venta mi piso tuve la siguiente experiencia: en mes y medio, además de las llamadas de inmobiliarias interesadas en hacer negocio con mi venta, sólo recibí las de cuatro particulares. En todos los casos su oferta incluía unas decenas de miles de euros (entre 4 y 10 millones de las antiguas pesetas, que es la moneda en que se negocia aún) en dinero negro. Que si habían vendido unos terrenos, que si habían vendido su piso anterior. El caso es que tenían dinero negro que blanquear. Mi conclusión es obvia. Los pisos en España se compran en gran número haciendo uso de dinero negro. También pude comprobar que las propias inmobiliarias, que a menudo facilitan tales operaciones con pleno conocimiento de ello, aconsejan a quienes venden que destinen ese dinero a "un viaje", "un buen coche...".
¡Ah, un buen coche! Uno creía que un coche no era fácil de pagar con dinero negro, que Hacienda (que somos todos) no pasaría por alto tal cosa. Pero mucho me temo que sí, que Hacienda es la única que no se entera, o que no quiere enterarse, de por qué todos los listillos de España se pavonean por las calzadas sobre cuatro ruedas (unas pulgadas más anchas de lo normal y con llantas de aleación, por supuesto), ensuciando a su paso la mirada de quien tiene los ojos abiertos. Y no me digan que soy yo quien lo pone todo muy negro, porque ya sería el colmo...
He oído que ahora se llevan los barcos. Y como Prestige en castellano ha de significar prestigio, que es lo que ansía nuestro adinerado listillo, ya podemos prepararnos para una nueva marea negra.
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