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Los 'tories' británicos cierran filas por el temor a un adelanto electoral

El líder conservador, David Cameron, desea que las urnas "juzguen 10 años de laborismo"

El temor a que haya elecciones anticipadas se ha convertido en el mejor bálsamo para cerrar las heridas que amenazaban la unidad de los conservadores británicos. El partido ha cerrado filas esta semana en Blackpool en torno a su joven líder, David Cameron, que ayer clausuró el congreso anual con un arriesgado discurso en el que buscó el equilibrio entre sus ideas centristas y el programa más tradicionalmente tory que reclama un gran sector del partido.

La intervención de Cameron fue saludada con entusiasmo por dirigentes tories de todas las tendencias, que no dudaron en definirla como "el mejor discurso de un líder" desde que los conservadores perdieron el Gobierno en 1997. Para observadores más distantes, sin embargo, el gran mérito de hablar durante más de una hora a los militantes -y al país entero- sin más ayuda que unas notas quedó deslucido por su tono monótono, la evidencia de que no había nada espontáneo en sus palabras y por el lastre inmenso de que no era exactamente una idea nueva, sino la reedición de la técnica que le dio el liderazgo hace dos años.

Cameron fue Cameron entonces, en el otoño de 2005, cuando le bastaron 20 minutos de intervención a pie derecho, sin notas, para parecer mucho más moderno y ágil que sus rivales y acabar ganando las primarias para liderar a los tories. Pero ayer quiso ser Bill Clinton sin tener el carisma del ex presidente de Estados Unidos. Una hora es muy larga, y el líder tory pareció de todo menos estar improvisando. Sus palabras parecieron cuidadosamente calculadas tanto en la forma, buscando el tono de conversación y confidencia y huyendo del ardor habitual en un mitin político, como en el fondo.

El líder tory mantuvo un exquisito equilibrio entre sus ideas centristas y el mensaje más radical y derechista que busca parte del partido. Ése ha sido el tono de todo el congreso, que tuvo como plato más sustancioso la reforma fiscal propuesta por el ministro del Tesoro en la sombra, George Osborne.

Osborne propuso elevar de las actuales 300.000 libras a un millón (de 400.000 euros a 1,34 millones), el mínimo libre de impuestos en las herencias y eximir del pago de tasas la compra de la primera vivienda que no supere un valor de 335.000 euros. Las dos propuestas han sido muy bien recibidas por las bases tories, pero ha habido menos entusiasmo por la solución propuesta para cubrir el agujero de 4.700 millones de euros que provocaría: perseguir a los ricos extranjeros que viven en el Reino Unido pero tienen residencia fiscal en el exterior.

Cameron apenas habló ayer de impuestos, pero hizo otras referencias a la esencia del conservadurismo. Nada más empezar lanzó una encendida loa a la libertad, a la libertad política y a la libertad económica, y ensalzó el papel jugado en su momento por Margaret Thatcher para extender esa libertad a los países de la antigua URSS. Fue una manera más o menos hábil de reivindicar a una mujer que hace unos días le desairó a él mismo al irse a tomar el té a Downing Street con Gordon Brown; y al mismo tiempo fue un guiño al ala conservadora del partido, que ve en su estilo y agenda una renuncia al thatcherismo. Más adelante, el líder tory siguió lanzando guiños a ese sector al apelar al papel social de la familia, a la educación selectiva o a la obligación de aportar a la sociedad y no sólo recibir de ella.

Pero no renunció a su agenda centrista. Defendió la importancia del medioambiente, evitó referirse a la inmigración en términos catastrofistas, apeló al papel del Estado en los servicios públicos y alertó sobre la capacidad de transformación del mundo a través de Internet.

A diferencia de Gordon Brown, que no le nombró ni a él ni a los tories en su discurso ante las bases laboristas la semana pasada en Bournemouth, Cameron nombró repetidas veces al primer ministro y acabó su intervención, como no podía ser de otra manera, lanzándole un envite electoral. "Señor Brown, ¿qué va a ocurrir? ¿Por qué no tira adelante y convoca unas elecciones?", preguntó retóricamente. "Permita a la gente juzgar 10 años de promesas rotas, permita a la gente decidir quién está planteando auténticas propuestas para el futuro de nuestro país, permita a la gente decidir quién puede hacer los cambios que necesita nuestro país", añadió. "Vamos a luchar. Y Gran Bretaña ganará", concluyó de forma algo enigmática, sin aclarar si eso era una apuesta por una victoria propia o ajena.

Cameron, junto a su esposa, Samantha, saluda a los delegados<i> tories</i> tras clausurar el congreso del partido.
Cameron, junto a su esposa, Samantha, saluda a los delegados tories tras clausurar el congreso del partido.REUTERS

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