"Soy fundamentalista de la globalización"
Alejandro Zaera Polo (Madrid, 1963) vive en Londres. Pero trabaja en el mundo. Tras estudiar en Harvard y colaborar en Rotterdam con Rem Koolhaas, el último gran gurú de la arquitectura mundial, abrió estudio en la capital británica y lo llamó Foreign Office Architecture (FOA). Todo un alegato para quien declaraba querer vivir en permanente alerta, como un extranjero. Luego ganó el concurso para la terminal del puerto de Yokohama y se hizo famoso. Hoy tiene 45 empleados, ha abierto oficinas en Madrid y Barcelona. En estos meses ha concluido, por ejemplo, el Centro Tecnológico del Gobierno de La Rioja y el diseño de cuatro rascacielos residenciales para Dubai. Y, al lado de otros pocos arquitectos españoles -Calatrava, Bofill, Moneo-, Zaera ya levanta edificios por todo el planeta. Aunque hace sólo una década que saltó a la fama. Entonces, cuando logró desbancar a estrellas internacionales para construir en Japón era un osado treintañero, de aspecto más profesional que irreverente. Luego tardó casi una década en concluir ese proyecto, en el que el suelo y el techo se confundían. En esos años continuó escribiendo en revistas y dando clases en la Architectural Association de Londres. Tuvo que recurrir a trabajos de interiorismo. Pero salió adelante. Hoy su nombre se baraja en los concursos más famosos del mundo. Así, fue finalista en el convocado para reconstruir la zona cero de Manhattan. Es evidente que Zaera se mueve en las alturas sin vértigo. Asegura que vivimos una epidemia mundial e imparable de edificios en altura: "La causa, además de la falta de suelo, es que las ciudades más densas consumen menos combustible", apunta. "Además, la vida en la altura tiene una escala más humana que las grandes extensiones del urbanismo suburbano norteamericano". Y defiende, con argumentos antiguos, este tipo de construcción: "Pensemos en las catedrales. Históricamente, la altura daba visibilidad, la visibilidad conciencia de su importancia y eso cuidaba los edificios", dice. Al tiempo que explica cómo levanta torres en Corea con un doble sistema de planos: unos, para la normativa, con las plantas organizadas como oficinas. Otros, para los clientes, con las mismas plantas organizadas como viviendas.
La vida de este arquitecto español de escala planetaria "no es de estrella del rock & roll. No hay fiestas. Hay disciplina y trabajo", afirma. Él, que empezó reivindicando la condición de extranjero, hoy es un extranjero profesional. ¿Influye ese desplazamiento continuo su manera de entender la arquitectura? "No somos ni extranjeros ni locales en casi ninguna parte. Y al mismo tiempo, todos los sitios empiezan a ser cada vez más globales. Vas a Seúl y te das cuenta de todo lo que no es coreano, que es mucho. Cuando trabajas en una geografía amplia tratas de entender lo que está pasando en un sitio y para ello comparas y asocias con los sistemas que conoces. Al final te das cuenta de que entre Dubai y Corea es más lo común que lo distinto". Y matiza que habla de los sitios a los que va: lugares globalizados. "No voy a África".
Zaera, que construye rascacielos residenciales, vive entre los barrios londinenses de Belgravia y Victoria, entre el lujo y el viaje, en una casa georgiana que remodeló con su mujer, la arquitecta iraní Farshid Moussavi. "En España mucha gente dice que como aquí no se vive en ningún sitio. Pero en España hoy hay un poco de cada sitio", comenta. "Soy una especie de fundamentalista de la globalización. Tiene un enorme potencial liberador, aunque también lo tenga de esclavizar o atontar. Es un fenómeno de colonización cultural, pero en el fondo, esa colonización es la que permite que podamos hablar y hacer negocios con los japoneses y los coreanos. No se trata de decir si ese sistema es bueno o no. Es el que nos ha tocado. Luchar contra él porque no es el mejor es absurdo. Prefiero ser Adriano que Asterix. Es mejor aprender a utilizarlo no para hacer lo mismo en todas partes, sino para intensificar las diferencias que son las que hacen el mundo interesante", dice. Dentro de ese sistema global, Zaera participa en la construcción del nuevo Londres con un gran complejo, de 120.000 metros cuadrados, que se empezará a levantar este año en la City, el corazón financiero. Sin embargo, su estudio ha optado por abandonar el encargo para firmar el urbanismo de la zona olímpica de 2012: "de momento queremos concentrar nuestros recursos en otros proyectos con mayores réditos intelectuales", comenta diplomáticamente. "Lo que sucede en Londres y en Nueva York es que la falta de confianza en la eficacia de los arquitectos resta potencia a los proyectos. Priman la economía y la facilidad. Eso no es necesariamente malo. Es también una protección contra mecanismos pervertidos. Y ciertamente en los países anglosajones los réditos políticos de una arquitectura de calidad son menores".
En los quince años que lleva
viviendo en Londres, este arquitecto español ha seguido de cerca su renacimiento urbano: "Cuando llegué, Londres estaba hundido: las calles sucias, la gente en paro. Ha cambiado mucho, pero de forma muy discreta. Ahora en la City se empieza a ver cómo despuntan esos cambios en forma de nuevos edificios. Han tirado los antiguos por dentro. Los han rehecho". ¿A qué atribuye esa transformación? "El gobierno laborista, nos guste más o menos, se abrió al mundo. Al modo habitual de los ingleses de encerrarse, aislarse y conservar opuso una apertura exterior. Y la ciudad lo ha reflejado. El gran público se dio cuenta de que no merece la pena conservarlo todo y mi impresión es que han empezado a vivir más como en el continente. Han cambiado la manera de relacionarse con la comida, con las exposiciones, con los cafés y, en suma, con la ciudad. Económicamente, la City se ha convertido en el mercado de valores más importante, con más operaciones internacionales que Nueva York. Inglaterra, que había sido una potencia colonialista, ha cambiado de estrategia".
En su otra ciudad, Madrid, Zaera ha terminado un edificio de viviendas en Carabanchel. "Viviendas sociales con terrazas de lujo", apunta. ¿Cómo ve el crecimiento aquí? "Reconozco que lo veo de pasada y de lejos, pero creo que lo que se está haciendo tiene el mejor nivel". Le gusta especialmente la T4 de Barajas. "No sólo lo digo como madrileño. Creo que el que llegue verá que ha aterrizado en una ciudad importante. Y toda la obra de infraestructura que se está haciendo en la M-30 es impresionante. No conozco el plan ni los detalles, pero la escala y la ambición con las que se está actuando son admirables. Esto no se está haciendo, ni de lejos, en ninguna otra ciudad de Europa. Ya sé que a mí no me está tocando aguantar los atascos, pero estas inversiones van a revertir de forma tremenda en la economía de la ciudad. Invertir hoy en la ciudad es un negocio seguro. En el mundo hay seis billones de personas que quieren vivir en 25 ciudades. Y Madrid es una de ellas".
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