El Valencia confía en su pegada
El cuadro de Quique ofrece su versión más industrial para ganarle a un buen Getafe
El Valencia volvió a ofrecer su versión más industrial para sumar su séptima victoria de ocho intentos. Una racha impresionante si no fuera por dos motivos. Uno: no se ha enfrentado todavía a ninguno de sus grandes rivales en la Liga; y dos: ha firmado tan sólo dos actuaciones convincentes: ante el Schalke y ante el Betis. El resto, pura supervivencia. Como ayer, que acabó acorralado ante un Getafe que fue mejor en todos los aspectos del juego menos en el fundamental. El gol. El cuadro de Laudrup arrastra un déficit goleador que desprestigia un fútbol más que meritorio en este arranque de campeonato. Esta temporada no tiene a Güiza y se nota.
El Valencia, en cambio, saca petróleo de sus pocas oportunidades. Tiene munición pesada y lo aprovecha. Sobre todo si enfrente hay un portero de 21 años que paga los nervios de la presentación en sociedad. Fue el caso de Ustari, precedido por tanto entusiasmo por la crítica que quiso dejar un sello de porterazo en cada parada. Y lo pagó caro. Erró en los dos tantos que sepultaron a su equipo. A pesar de que el Getafe nunca se rindió. Y se volcó sobre un Hildebrand que, esta vez sí, transmitió la seguridad que se le suponía a su brillante trayectoria.
VALENCIA 2 - GETAFE 1
Valencia: Hildebrand; Miguel, Alexis, Albiol, Moretti; Joaquín (Arizmendi, m. 91), Albelda, Baraja (Manuel Fernandes, m. 61), Silva; Morientes (Angulo, m. 70) y Villa. No utilizados: Mora, Helguera, Zigic, Marchena y Mata.
Getafe: Ustari; Cortés, Belenguer, Cata Díaz, Licht; Pablo Hernández, Casquero, Sousa (Manu, m. 46), De La Red, Nacho (Granero, m. 79); y Uche (Braulio, m. 73). No utilizados: Galán, Mario, Cotelo.
Goles: 1-0. M. 15. Se le escapa el balón a Ustari y Silva marca a puerta vacía. 2-0. M. 31. Villa ve adelantado a Ustari y lo bate por arriba desde fuera del área. 2-1. M. 76. Braulio aprovecha un balón suelto en el área para marcar.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Baraja, Nacho, Manu del Moral, Miguel y Albelda.
Unos 40.000 espectadores en Mestalla.
El equipo de Laudrup arrastra un déficit goleador que desacredita un fútbol meritorio
La gloria y el abismo viven en departamentos contiguos en el fútbol. Ustari lo comprobó en su debú en la Liga. De inmediato. Primero saltó como un gato espantado para responder a una fabulosa chilena a bocajarro de Villa. En efecto, tiene reflejos afilados este arquero que venía de Independiente con las mejores referencias. Una acción para asentarlo, para serenarlo, para encumbrarlo. Pero no. Acto seguido llegó Morientes por la izquierda, centró raso, blando y al portero, que quiso atrapar el balón de manera tan aparatosa que aquello se convirtió en una trampa. Mientras se deslizaba por el suelo y acariciaba la pelota, ésta le golpeó en la rodilla y salió disparada. Allí estaba Silva para embocarla.
Lejos de hundirle, el gol sirvió de estimulante para el Getafe. Laudrup había llenado la alineación de centrocampistas con buen pie para el manejo. Entre ellos llegaron a encajonar al Valencia, que no conseguía salir de su campo pese a los gritos desesperados de Quique. "Salid, salid", les repetía. Albiol, que estrenaba pareja de centrales con Alexis, compañeros en las categorías inferiores de la selección, paró las acometidas azules. También Hildebrand, más relajado que en su estreno ante el Betis.
En su peor momento, el Valencia se encontró con una contra sencillísima. Un pase largo desde el centro del campo de Albelda hacia el borde del área a Villa, que alzó la vista y no podía creérselo: Ustari, a media salida, estaba lejos de él y lejos de su portería. El balón, que venía botando, era un caramelo para un delantero de la técnica de Villa, que sólo tuvo que elevarlo. Tic. Un golpeo facilísimo. Al igual que en el curso pasado, al cuadro de Quique le da para ganar sin necesidad de controlar el centro del campo. Le basta con que su amplia nómina de goleadores afinen la puntería en las escasas ocasiones que se les presentan.
El Valencia estaba encantado de haberse conocido. Comodísimo. Pensó lo siguiente: si con tan poco había conseguido tanto, el día que jugase bien, podía salirse. El problema es que se amodorró tanto que al final se llevó un buen susto: una pifia en el disparo de Casquero en la frontal del área le dejó el balón suelto a Braulio ante Hildebrand. Y fue cayéndose, en una extraña postura, como marcó el canterano del Atlético. Justo cuando menos creía el Getafe que podía marcar, marcó. Y embotelló de nuevo en su área al Valencia, que acabó asfixiado y con sus diez jugadores de campo protegiendo a Hildebrand. Con la lengua fuera.
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