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Reportaje:Mercè 2007

La Mercè se llena de 'lateros'

La primera noche de conciertos se salda sin grandes aglomeraciones

Ya lo dijo el jueves pasado la concejal de Seguridad, Assumpta Escarp: "Haremos cumplir la ordenanza cívica, pero con sentido común porque hay que tener en cuenta que son fiestas". La primera noche de la Mercè fue también la primera oportunidad para que los lateros y aquellos que gustan de consumir alcohol en la vía pública vivieran una noche sin sobresaltos.

Como ya ocurriera durante la verbena de Sant Joan, los vendedores ambulantes camparon a sus anchas por la ciudad e incluso subieron el precio de sus productos adaptándose a la ley del mercado que rige en estos grandes acontecimientos. "¿Un euro y medio?", preguntó un sorprendido cliente. "It's the festival, you know", le respondió el vendedor. En una noche normal el precio de las latas no supera el euro.

A pesar de que entre el jueves y el viernes la Guardia Urbana decomisó más de 38.000 latas de bebidas en cinco locales del Raval, la venta ambulante en Barcelona pasa por un buen momento y los vendedores están en pleno proceso de diversificación de sus productos. La madrugada del viernes se vio a muchos de ellos mercadeando con samosas -una pasta de patata- y otros alimentos.

La Guardia Urbana ha destinado 2.500 agentes para el control y vigilancia durante las fiestas. Pero la primera noche de la Mercè no hubo una gran presencia policial y, por lo general, miraron hacia otro lado en cuanto a infracciones se refiere. En la plaza de Sant Jaume se formó una gran hilera de jóvenes apoyados en la fachada de la Generalitat consumiendo alcohol. De vez en cuando pasaba alguna patrulla de la policía que no reparaban en su presencia.

Las plazas y calles de Ciutat Vella bullían de ciudadanos que iban de un escenario a otro del distrito, aunque quizás hubo menos gente que en ediciones anteriores. Los comentarios generalizado entre los presentes en la primera noche de la Mercè se referían al menor número de personas registradas en comparación con el año anterior. El alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, aventuró ayer la cifra de 130.000 asistentes a los conciertos, incluidos los que se celebraron en el recinto del Fórum. La mayoría de los conciertos empezaron puntualmente a las diez y finalizaron poco después de las dos y media de la madrugada.

Funcionaron los más de 4.000 lavabos portátiles instalados por el consistorio por todo el distrito y las papeleras de cartón rebosaban de latas de cerveza vacías. La noche se cerró sin aglomeraciones ni incidentes destacables. Tan sólo las peleas habituales de una noche de hormonas y alcohol.

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Al finalizar los conciertos se inició el lento peregrinaje de jóvenes que se debatían entre seguir la fiesta en alguna discoteca o volver a casa. Se registraron grandes colas a la entrada de los locales nocturnos, muchos de los cuales abrieron una hora más -hasta las siete de la mañana- acogiéndose al permiso que da el Ayuntamiento en este tipo de festividades.

En cambio, el metro no registró grandes aglomeraciones. Permaneció abierto toda la noche, lo que permitió que la vuelta fuera escalonada. No hubo colas ni siquiera en las estaciones más céntricas como las de Drassanes, Liceu y Plaça de Catalunya. Más problemático resultó volver en bicicleta. Como ya viene siendo habitual, las estaciones del bicing estaban vacías a aquellas horas de la noche.

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