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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Libros y memoria histórica

The New York Times del 4 de febrero de 1967 titulaba la noticia a cuatro columnas, en portada y con ilustración: '700 Pages of Leonardo Manuscripts Found in Madrid'. Los manuscritos en cuestión eran en efecto dos volúmenes autógrafos de Leonardo da Vinci con un riquísimo contenido de anotaciones y diseños de mecanismos, molinos, prensas, telares, ingenios hidráulicos... Quien daba cuenta del hallazgo, desde un hotel de Boston, era el hispanista Jules Piccus, que ya en 1966 había hecho aflorar otro texto sensacional, nada menos que una presunta confirmación indirecta de que los fenicios habían llegado a América veinte siglos antes que Colón.

El gran Rodríguez-Moñino solía decir que un ejemplar cuyo historial no se deja seguir es asunto turbio. Haciéndole caso, me permití ironizar sobre el famoso Mapa de Vinlandia que en 1965 emergió en Yale para corroborar que ya los vikingos habrían pisado los actuales Estados Unidos. La autenticidad de la pieza fue pronto desmentida, aunque no faltan quienes aún la defiendan. Yo seguiré incrédulo en tanto no vea por qué pasos ha venido a parar donde está. Hace unos meses se han puesto a la venta en Nueva York cinco acuarelas de la luna atribuidas al mismo Galileo, en algunas páginas de la primera edición (o una prueba) de su Sidereus nuncius. Pese al aval de varios expertos, tampoco ahora pondré la mano en el fuego mientras no se aclare su procedencia.

EL ENREDIJO DE MIL Y UN DIABLOS (de manuscritos, incunables y raros, y de fondos y fantasmas bibliográficos)

Julián Martín Abad

Ollero & Ramos. Madrid, 2007

472 páginas. 48 euros

Uno de los capítulos más interesantes de estos enredijos de Martín Abad traza precisamente el historial de los aludidos manuscritos de Leonardo. Lo turbio aquí no es su trayectoria antigua, sino la inmediatamente previa e inmediatamente posterior a 1967. Los códices, que no quisieron comprar Felipe II ni Cosme II de Médicis, recalaron en la colección del insaciable curioso que fue don Juan de Espina y de allí, en 1642, pasaron a la Biblioteca Real, luego Nacional (BN), donde, sin embargo, una errata de signaturas en el primitivo inventario de manuscritos los mantuvo de hecho ilocalizables. En 1934 se les restauraron un par de hojas; después, planeó publicarlos Romero de Lecea, y en 1965 quizá uno de ellos se exhibió en una exposición de la BN, pero en cualquier caso sin concederle ningún relieve.

Por el contrario, el "descubrimiento" de Piccus dio paso a todo un carnaval: evanescentes contratos de edición, grandes declaraciones españolas de que los códices nunca estuvieron perdidos, facsímiles de fabricación internacional, transporte de los volúmenes para su reproducción en Suiza escoltados por dos números de la Guardia Civil... Ante un episodio como ése, diestra y sobriamente narrado por Martín Abad, son muchas las preguntas que uno se hace. ¿Por qué los manuscritos de Leonardo quedaron ocultos y estériles durante tres siglos? ¿Ninguno de sus custodios supo valorarlos y darlos a conocer? ¿Tan marginal era España que los investigadores extranjeros no tenían en ella a quién recurrir para desempolvarlos en la BN?

El resto de la veintena de trabajos que el infatigable autor recoge en este libro, aunque referido a títulos de menos relumbre, a cada paso invita a preguntas similares y con el mismo telón de fondo de la BN. De esos estudios, que aquí no es posible detallar, versan unos sobre manuscritos y otros sobre impresos, a veces tan enjundiosos como las primeras Celestinas o las obras firmadas por Nebrija, cuya biografía y evolución intelectual se dejan reconstruir atendiendo meramente al carácter material de los textos que le publican Brocar y Eguía. Pero el hilo que más significativamente enhebra todo el volumen son los fondos antiguos de la BN y los destinos, tan a menudo tristes, que les han ido tocando. Por encima incluso de sus fundamentales aportaciones como bibliógrafo, Martín Abad habla continuamente como bibliotecario de vocación y de misión. Vale decir, no ya conservador, sino administrador de la memoria histórica al servicio de la comunidad.

Manuscrito de Leonardo da Vinci, en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Manuscrito de Leonardo da Vinci, en la Biblioteca Nacional de Madrid.

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