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Reportaje:EL SUMARIO DEL CASO DE EL SOLITARIO

"El objetivo es excelente, me da vergüenza ajena"

Las conversaciones de Jaime Jiménez Arbe con su novia brasileña revelan los planes del atracador en un banco de Portugal

"El objetivo es tan bueno que me da vergüenza ajena... Es excelente, pero ya te contaré". El objetivo era un banco de la turística localidad portuguesa de Figueira da Foz. Ese día, el 22 de julio pasado, guardaba en sus cuatro cajas fuertes 160.000 euros. Jaime Jiménez Arbe, apodado El Solitario, declarado enemigo público número uno de la policía y la Guardia Civil, la peligrosa sombra que estuvo sin nombre durante 14 años, había acechado la entidad e intuyó, por el flujo de clientes, que allí obtendría un buen pellizco de billetes.

Jiménez se ilusionó con la posibilidad de que el botín quizás fuese hasta más voluminoso que aquel de casi 19 millones de pesetas que logró en 2002 en una entidad bancaria de Caravaca de la Cruz (Murcia). Frotándose las manos, se lo contó así, por teléfono, a su novia, Iris Roberta Martins, con la que se iba a reunir en Brasil tras dar su golpe número 34, el de Figueira, Portugal. "Será muy fácil y pronto estaré ahí", le comentó días antes del proyectado asalto.

Antes de ir a Figueira, preguntó a su pareja cómo se decía "esto es un atraco" en portugués
El Solitario ejecutó 33 atracos en los que se llevó 700.000 euros y mató a tres agentes

Segundo de tres hermanos, El Solitario tuvo en su hermano Álvaro un maestro. Su espejo delictivo en los años setenta y ochenta. Los dos se movían en un mundo de drogas y robos. Luego se alejaron, pero él siguió la senda del delito. Cuando le detuvieron en Portugal llevaba 15 gramos de hachís. A Jaime Jiménez no le dejaban entrar en Finlandia, país de la que fuera su primera esposa. En 1997 la policía finlandesa le requisó su vehículo Dodge Dart por un asunto de drogas. "Si no me devolvéis mi coche, me autolesiono y digo que me habéis pegado...", les amenazó.

Pensó que lo de Portugal sería un golpe más. Sólo le preocupaba cuánto dinero habría: "¿Sabes? Esto es como una ruleta rusa, o hay suerte o no la hay, pero es un sitio excelente", contó a su novia brasileña tras pasear frente al banco de Figueira que se había fijado como su próximo objetivo. El día señalado llevaba puesto un chaleco antibalas, dos pistolas y una metralleta. En su coche, el respaldo del asiento del conductor estaba forrado con una placa de hierro y preparado para la huida. Por si le disparaban por detrás.

Pero su euforia se frustró cuando se disponía a entrar en la entidad. Todo lo tenía planeado. Todo menos que ese día caería, por fin, en manos de la policía. A la puerta del banco, agentes portugueses se abalanzaron sobre él y pusieron fin al historial delictivo del criminal más buscado, inteligente, frío y calculador del último decenio.

Encerrado ahora en la cárcel de Monsanto (Lisboa, Portugal), El Solitario espera su extradición a España. Portugal ha pedido a la justicia española, con vistas a la extradición, que le facilite todos los datos que posea de El Solitario. Entre esos datos están las conversaciones telefónicas que mantuvo con su novia de Brasil y sus dos hijos la víspera del intento de atraco. También solicita las causas judiciales y condenas que pesan sobre él en España, e información sobre quién es el dueño real de la furgoneta Renault Kangoo con la que El Solitario se desplazó desde su domicilio de Las Rozas, en Madrid, hasta Figueira da Foz.

Esa furgoneta tenía las placas de matrícula falsas, de Portugal, y está a nombre de su madre, que vive con una hermana de El Solitario en Andalucía, aunque tiene casa en El Escorial, en Madrid. La furgoneta la compró Jiménez Arbe en 2005, pero luego la transfirió a su madre. Eso sí, después de haberla utilizado en sus últimos seis atracos a bancos. La puso a nombre de la madre para que no vinculasen a una anciana con un atraco. Aunque esquizofrénico (por eso se libró de la mili), era hábil y listo y toda barrera era buena para que no le relacionasen con los atracos. Si la furgoneta podía ser una pista, había que borrarla del mapa, esconderla. Había testigos que decían haber visto a un hombre salir corriendo de bancos que acababan de ser atracados y subirse a una Renault Kangoo.

Con uno de sus hijos tuvo la siguiente conversación, grabada por los agentes que ya lo vigilaban, poco antes de la visita que hizo a primeros de julio a Figueira para buscar un objetivo. Su hijo vive con la madre, de nacionalidad británica, y otro hermano. "No olvides ir a mi casa cada día y recoger el pan; con el gato no hagas nada, que ya le he dejado yo leche para que se la beba...", le comentó. La policía iba tras sus pasos y cabía deducir que se marchaba unos días de casa, quizás para un nuevo atraco.

Pensó dar el golpe antes del día el 22 de julio, fecha en que fue detenido, pero algo le hizo desistir: se enfadó. El 13 de julio le comunicaron una sentencia por la que debía pagar una multa de 12 euros durante casi ocho meses. La condena era por unas lesiones causadas a su vecino, con el que discutió desenfrenadamente y acabó en el banquillo.

Pero Jiménez Arbe ya tenía en su mente que un banco de la turística Figueira da Foz, a 150 kilometros de Oporto, seria su último golpe antes de viajar a São Paulo, Brasil, donde le esperaba su novia, que estaba al tanto de sus fechorías. A Iris Roberta le enviaba dinero a través de Western Union. Sólo en 2006, casi 30.000 euros. Quería ir a Brasil para casarse con ella y ponerle allí un negocio. "Oye, ¿cuánto tarda uno en casarse en Brasil?", pregunto a su novia. "Unos 60 días", contestó ella. "Ah, vale, me viene bien".

Mientras a la novia le enviaba dinero, pese a que no se le conoce actividad profesional ninguna desde 2000, con la madre se enfadaba por teléfono porque era él quien pagaba las facturas de la nave que la familia posee alquilada en Pinto, y donde El Solitario escondía varios de los vehículos que empleó en sus atracos. El fatídico Suzuki, con el que perpetró el atraco que después costó la vida a dos guardias civiles de Tráfico, en Castejón, Navarra, lo escondía en esa nave. En total, había matado a tres agentes en sus huidas.

La policía supo a finales de mayo de este año que Jaime Jiménez era El Solitario, el hombre de melena y bigote postizos que robaba bancos desde 1993. Un ciudadano anónimo que le vio despojarse de sus postizos, en un descampado, les dijo que el individuo de mirada fría que salía en las cámaras de los bancos y que rebotaban las televisiones era un tal Jaime y que vivía en Las Rozas.

Después de 33 atracos en los que obtuvo cerca de 700.000 euros, unos 120 millones de las antiguas pesetas, Jaime Jiménez Arbe pensó que su meditado atraco en Portugal sería un éxito delictivo. Y estaba convencido de salir una vez más glorioso de él, ignorante de que la policía y la Guardia Civil llevaban siguiendo sus pasos desde finales de mayo. El Solitario vive en una calle sin salida de Las Rozas. Era difícil vigilarle. Salía poco. En esa casa, según el padrón, vivían Jaime Jiménez, su esposa británica y sus dos hijos. Aunque estaba separado y en realidad ellos habitaban otro chalé cercano, también en Las Rozas.

Los guardias le vieron salir de casa, le fotografiaron y compararon esas imágenes con las que hay en las cámaras de los bancos que atracó. Sus andares, sus manos grandes, ojos claros... Todo coincidía. Su obsesión era robar bancos. Tenía una cuenta corriente, junto a su madre, en Ibercaja, entidad que según todos los indicios atracó en ocho ocasiones. El seguro de uno de sus coches lo pagaba, de hecho, a través de su cuenta en Ibercaja. Y la Kangoo blanca había sido delatada por vecinos de los bancos de los pueblos en los que atracó.

La certeza policial de que estaban ante el escurridizo atracador se tornó sólida para la policía cuando los agentes buscaron la copia policial de su DNI y cotejaron la fotografía. Sin duda era él. Jaime Jiménez Arbe, de 51 años. Pero había que cogerle con las manos en la masa. Y con las pelucas y postizos. El equipo del jefe de la Policía Judicial de Madrid, Juan Manuel Calleja, lo tenía amarrado todo para que esta vez no se escapara del peso de la ley. Acababan de ponerle cara al peligroso hombre sin rostro. Pinchazos telefónicos, vigilancia de sus movimientos. En la nave de Pinto sospechaban que había elementos determinantes de los atracos. Y en su casa de Las Rozas, también. Pero primero había que esperar a un nuevo atraco y más tarde llegarían los registros de ambos lugares. Allí se encontrarían luego los coches empleados en sus fechorías. Así como las pistolas, subfusiles y máscaras de camuflaje que empleó para sus actividades.

El 11 de julio pasado, los agentes lo siguieron en su primer viaje a Portugal. Esa vez no dio el golpe, pero todos sus pasos afianzaban la idea de que era él y que preparaba un nuevo golpe: la noche que pasó en Figueira, escondió la furgoneta en un pinar, alejado de la ciudad. Y él durmió dentro, en un saco de dormir.

Utilizaba crema Nivea tras los atracos para suavizar sus grandes manos, que se tapaba con esparadrapo para no dejar huellas dactilares allí donde pudiese tocar. A su novia de Brasil le preguntó, ante de viajar a Figueira, como se decía en portugués "esto es un atraco". Lo quería saber para que le entendiesen adecuadamente. Jiménez Arbe lo tenía todo planificado. Sólo se le escapó pensar que ya podía estar bajo la lupa de la policía. Una vez detenido, tardó en comprender que aquel había sido su último atraco.

Jaime Jiménez Arbe, <i>El Solitario,</i> posa para la policía portuguesa al día siguiente de su detención.
Jaime Jiménez Arbe, El Solitario, posa para la policía portuguesa al día siguiente de su detención.

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