¿Han fracasado los nuevos dioses?
Bajo el cielo cálido de la primavera, la economía global en 2007 parecía florecer sin problemas. Pero desde julio, los cielos se han cubierto sensiblemente. Los precios en descenso de la vivienda habían estado subiendo sin freno bajo la presión de unos créditos excesivamente fáciles y unos préstamos apalancados extremos. ¡Encantador! Pero una vez que la burbuja inmobiliaria estalló y los precios inmobiliarios cayeron en picado, el anterior apalancamiento excesivo empezó a ocasionar bancarrotas y pérdidas de viviendas por ejecución bancaria.
En una obra de Shakespeare, cuando el héroe armado llega para sacar de apuros, la marea de la batalla cambia. Así fue cuando el Banco Central Europeo anunció que iba a inyectar cientos de miles de millones de euros en los mercados de créditos para prevenir el descalabro de los créditos. Una lástima que dejaran atrás al gobernador de la Reserva Federal, Bernanke. Aun así, más vale tarde que nunca.
"¿Qué va a pasar tras la reciente explosión de los índices de volatilidad? Mi única respuesta es: nadie puede saberlo con seguridad"
El fallecido Milton Friedman debe de estar revolviéndose en su tumba. Él había advertido insistentemente que nunca, nunca, se debía echar un cable a los insensatos que cometen errores graves que les perjudican. Y no hace demasiado tiempo, el gobernador del Banco de Inglaterra, Alwyn King, anunció a bombo y platillo: "Los tipos de interés no son un instrumento político para proteger a los que conceden préstamos de las consecuencias de sus decisiones poco prudentes". Va a lamentar estas palabras si la crisis se acentúa.
¿Qué nos enseña la agitación financiera global sobre nuestros maravillosos nuevos fondos de cobertura, que ya se cuentan por miles? Como la rueda, el alfabeto y la fermentación del vino, los fondos de cobertura nos hicieron levantar la ceja a los académicos.
Iban a reducir la volatilidad de nuestros ahorros y, al mismo tiempo, impulsar nuestros rendimientos a corto y largo plazo con el riesgo corregido. No importa que sus sabios gestores recaudaran cientos de millones de dólares en comisiones iniciales en los años buenos, y en los malos todavía obtengan decenas de millones de dólares. El buen trabajador merece su jornal, aseguran las escrituras bíblicas.
Éste es el verano del descontento para los gestores de los fondos de cobertura. ¿Cómo puede ser esto? Ellos emplean nuevos instrumentos de ingeniería financiera: opciones de compra y venta, y otros tipos de opciones, permutas, etcétera.
Echemos un vistazo a las nuevas hipotecas titulizadas. El banco ya no me presta dinero para la hipoteca de mi vivienda. En vez de eso, como los quesos buenos y malos, presenta las deudas en paquetes seguros, de riesgo y de alto riesgo. Vende a otros, casi anónimos, diferentes paquetes: prometen los rendimientos más altos por los paquetes con más riesgos y rendimientos más bajos por los paquetes más seguros. Bienvenido sea este modo mejor de calibrar el riesgo y de repartirlo eficazmente sobre muchos hombros diferentes.
Sin embargo, al mismo tiempo, estos nuevos instrumentos para compartir el riesgo sin duda impulsan y nos tientan a multiplicar nuestra pirámide de apalancamiento por dos, por cuatro... y puede que hasta por 99.
Mi teléfono está sonando todo el día con llamadas de periodistas que me preguntan qué va a pasar en los próximos años en EE UU y el planeta tras la reciente explosión de los índices de volatilidad. Mi única respuesta es: nadie puede saberlo con seguridad. Como máximo hay un tercio de probabilidades de que (como ya pensaba antes Alan Greenspan) se produzca al menos una recesión suave en 2008.
También hay un tercio de probabilidades de que un número suficiente de inyecciones de dinero en efectivo por parte de los bancos centrales devuelvan la estabilidad y vuelvan las anteriores perspectivas optimistas de crecimiento global.
Eso deja otro tercio de probabilidades de que los mercados estén rebotando arriba y abajo mientras la inflación se sitúa por encima de los índices de crecimiento que anhelan los bancos centrales. Más de un periodista, al recibir estas perlas délficas de sabiduría, pregunta a renglón seguido: profesor Samuelson, ¿cuál de este tercio de probabilidades le gusta más? Mi respuesta sigue la fórmula de Gertrude Stein, según la cual "una rosa es una rosa". Afirmo que ningún tercio de probabilidades es peor que los otros. Arriésguense y escojan uno.
© 2007 Paul A. Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services.
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